viernes, enero 27, 2006

La Recta: contrastes, contradicciones, desigualdades y tensiones en un territorio en tranformación

Autor: Bodil Andrade Frich
Publicado: la jornada de oriente, 27 enero 2006
Para los ciudadanos que solemos viajar por la vialidad conocida como La Recta, para comunicarnos entre las ciudades de Cholula y Puebla, son evidentes los cambios acelerados que experimenta día a día esta área, debido al crecimiento demográfico y a una inadecuada planeación territorial de ambas ciudades.
Pero ¿qué hay más allá de esta generalizada afirmación?¿desde donde observamos los cambios del territorio? ¿cómo trascender esa mirada superficial que registra los cambios, pero no indaga sobre su origen ni reflexiona sobre el futuro que nos depara?.
En las colonias periféricas de Puebla y Cholula, ubicadas a lo largo de la Recta, puede observarse claramente la manera como se ha llevado a cabo la transición del mundo rural a la vida urbana, a ritmos que rebasan la capacidad de los gobiernos para regular y planificar estos cambios, lo que ha originado áreas sin un desarrollo planificado, carentes de la infraestructura urbana necesaria y graves problemas ambientales, como es el caso de la contaminación de los ríos que aún quedan, de la basura que contamina todas las calles de terracería por las que se circula y de una triste ausencia de áreas verdes, todo lo cual despierta una sensación de desorden y precariedad de las condiciones de vida de los habitantes.
Estos cambios en la estructura del uso del suelo a favor del desarrollo de estas ciudades sobre el territorio en su conjunto, están provocando la desaparición de los límites de lo urbano, produciendo un crecimiento acelerado y disperso y un incremento de la complejidad de la ciudad, que se ha convertido en el lugar de todas las diferencias posibles y de nuevas formas de relaciones internas del mismo sistema urbano.
Ante esta situación, es importante indagar sobre el sentido que actualmente el habitante de estas nuevas áreas rururbanas, va construyendo en su vida cotidiana, al apropiarse de diversas maneras de un territorio en permanente transformación. Asimismo, es importante conocer cómo ha contribuido el espacio público, en sus diferentes y dinámicas modalidades a lo largo del tiempo, para fomentar una mayor o menor participación ciudadana en la gestión ambiental local.
Para concluir esta breve reflexión, plantearé una serie de preguntas que nos sirven para continuar indagando, desde este escenario de contrastes, contradicciones, desigualdades y tensiones en el que nuestro territorio se transforma: ¿hacia dónde vamos?, ¿hacia dónde nos lleva este progreso y modernización?, ¿cómo le gustaría al ciudadano que se desarrollara su ciudad?, ¿qué ha pasado con los espacios públicos que favorecen la convivencia y la participación ciudadana en la gestión local?.
Lo anteriormente expuesto, pone en evidencia la existencia de una brecha importante entre las decisiones tomadas por las autoridades y las necesidades y deseos ciudadanos, por lo que resulta indispensable promover la construcción de vínculos de comunicación y diálogo entre la ciudadanía y el gobierno para lograr una efectiva planificación urbana que rescate la riqueza ambiental y cultural de este territorio.

jueves, enero 26, 2006

SEIS RETOS PARA LOS PROFESIONALES DEL SISTEMA EDUCATIVO

Autora: Ma. Isabel Royo Sorrosal
Publicado en: Síntesis, 26 enero 2006.

El inicio de un nuevo año es buen momento para plantearnos retos y más si coincide con un periodo de elección de nuevo Presidente de la República, tiempo en que necesitamos programas realistas, sin demagogia, y participación activa y honesta de la ciudadanía. Los retos son vivencias que todavía no hemos logrado y que aparecen como deseables para quienes los plantean. En el caso de los profesionales de la educación estos retos también son esperados por los beneficiarios “para y con” los que se trabaja, y lo mismo ocurre en todas las profesiones relacionadas directamente con el servicio a las personas.
Con las palabras “profesionales del sistema educativo” me voy a referir a todos los que estamos implicados de alguna manera en él, ya sea en la docencia, la gestión, la investigación o la divulgación; y esto referido a los diferentes modalidades y niveles educativos. Lógicamente, esta amplitud de mira me permitirá hablar de males comunes que hemos de estar dispuestos a reconocer con el fin de prepararnos para superarlos.
Los primeros retos que me vienen a la mente son tres que señalé en mi anterior artículo: la profundidad, el seguimiento y la flexibilidad en el desarrollo de nuestras tareas, para salvar los obstáculos que son la superficialidad acrítica en contraposición a la seriedad y consistencia buscada para la formación de los estudiantes y de los propios profesores; la discontinuidad ineficaz e ineficiente que deja los procesos empantanados sin llegar a los productos buscados; y la rigidez monótona e interesada que por falta de una adaptación creativa, imposibilita la vitalidad de los procesos de formación humana.
Los tres retos que, a mi modo de ver, son imprescindibles para completar la acción de los anteriores son: la colegialidad, el compromiso y la vocación. Si los retos primeros son propiedades necesarias de los procesos formativos, éstos los identificamos como características imprescindibles de los agentes que intervienen y son responsables de alcanzar los logros.
La colegialidad, contrapuesta al individualismo, es expresión de las relaciones maduras y productivas que son capaces de mantener los profesionales de la educación para llevar a cabo las acciones formadoras y la toma de decisiones; relaciones que, en sí mismas, educan. Esta colegialidad, expresada en el trabajo de equipos o de cuerpos académicos, se puede aprender en los espacios informales de la vida como la convivencia familiar y las amistades, y trasladar a las situaciones estructuradas del trabajo y de la escuela; pero es más común que la colegialidad se haya de adquirir como aprendizaje planeado.
El compromiso, frente a la no implicación vital o el inmovilismo, está relacionado con llevar a cabo lo prometido ante uno mismo o ante otros. La tarea formadora y el desarrollo de una profesión no se pueden dar sin el cumplimiento de lo pactado. Es imprescindible una base importante de personas que mantienen la palabra dada, para que un grupo o la sociedad entera funcione.
La vocación, a diferencia del trabajar para comer, conlleva un interés por algo o alguien más que el “mí mismo” y un beneficio más allá del individual o particular de un grupo. La vocación es genuinamente subjetiva y hace posible la construcción, continuidad y mejora de la personalidad y de la vida en sociedad. Es una fuerza que, permitiendo cubrir las necesidades materiales propias, es capaz de implicar a toda la persona y sus acciones para bien de la comunidad.

Vistos así los seis retos, se nos presentan como principios básicos, difíciles de mantener en la complejidad y condiciones selváticas de nuestra realidad, que además se encuentra en periodo electoral. En los momentos de fuertes inestabilidades atmosféricas hay que prepararse para que las fuerzas no nos arranquen de cuajo y nos lleven por delante. Estos principios mantenidos con firmeza tienen la propiedad de guiarnos en el camino que vamos haciendo, y de llevarnos a los resultados que deseamos, aunque la travesía se haga larga y difícil. La pregunta que me hago siempre es ¿por qué no exigirle estos mismos principios a los que deberían ser verdaderos profesionales de la política?

miércoles, enero 18, 2006

No todo es ideología

Autor: Rodrigo Saldaña Guerrero
Publicación: Síntesis, 18 enero 2006

En el calor de una campaña que amenaza con ponerse muy belicosa, con frecuencia parece que todo va a girar sobre la ideología. Ésta tiene su importancia, naturalmente, pero ¿tiene la central y absoluta que se le quiere dar? ¿no estamos incurriendo en una sobreideologización de la política?. Parecería que en estas elecciones hay que apostarlo todo a esta carta, y que si acertamos en ella todo está ganado. ¿Qué decir, empero, del personal político que va a aplicar estas ideologías al gobierno?. Podríamos comenzar con el mismo pueblo, del que se nos dice a cada paso que es maduro, acertado, equilibrado. Averigüe usted qué sabe el ciudadano común y promedio sobre teoría política, funciones, partidos y candidatos, y la respuesta no será tan alentadora. Ya el hecho de que casi se hable exclusivamente sobre la elección presidencial, y de que lo poco que se habla de las legislativas sea acerca de la relación entre la próxima legislatura y el presidente respectivo no augura nada bueno. Que hechos lamentables, sobradamente conocidos, sólo reciban atención cuando el Director de la Comedia, alias El Filtrador, enfoca sobre ellos los reflectores, es francamente alarmante. Pasemos luego a los actores políticos profesionales.

Dejando aparte de la ideología, ¿cuáles son las habilidades de éstos para la negociación, la administración, la comunicación?. Pensemos por ejemplo en el poder legislativo. Hay expertos que nos aseguran que hay estados en los que han sido aprobadas iniciativas muy alentadoras en cuestiones como la reforma judicial y la administrativa. Un escandaloso mayoriteo por el contrario ha llevado a escenas lamentables en algunas entidades. Baste recordar que en alguna ocasión la ALDF aprobó aplastantemente una iniciativa, y prácticamente dijo después “que dice mi papá que siempre no”. Está claro que el Congreso de la Unión ha dejado de lado tareas que uno consideraría impostergables: ambigüedades y puntos obscuros en textos legislativos fundamentales, falta de leyes reglamentarias, ausencia de reformas como la fiscal. La recaudación es enormemente baja, costosa y laberíntica. Todo el mundo está de acuerdo aparentemente en la necesidad de su reforma, pero ésta no aparece por ningún lado. Declaraciones de líderes legislativos hechas en red nacional demuestran terrible incompetencia o increíble mendacidad. Se le suele echar la culpa al ejecutivo, pero la verdad es que casi todo el trabajo abandonado pudo y debió ser hecho al interior del poder legislativo, sin ninguna ayuda externa. Podemos aventurar la hipótesis de que este poder federal no se ha adaptado a las actuales circunstancias, al escenario post-priísta. Deben cambiar la cultura política y las actitudes, se debe adquirir habilidades que antes resultaban innecesarias y que, de hecho, casi no existían.

Un escenario similar puede ser percibido en el mundo económico. No todo es cuestión de modelo, tal vez nuestros administradores públicos y privados no tengan la capacidad, las actitudes, las habilidades, para enfrentar el actual escenario mundial. Para muchos burócratas el lucro ilegítimo en sus diversas formas es una segunda naturaleza, y gran número de empresarios manejan sus negocios como lo hacían sus abuelos. Se plantea pues la gran interrogante: el personal con el que contamos para responder a los desafíos del momento ¿es capaz de hacerlo, independientemente de la ideología y del modelo?. Hoy tendríamos que preguntarnos, especialmente, si lo es el que llegará a los diversos puestos públicos según cada escenario de resultados electorales en este año crucial.

jueves, enero 12, 2006

En carne propia

Autora: Dra. Celine Armenta
Publicación: la jornada de oriente, 12 enero 2006

Confieso que hace muchos años, yo fui ingenua. Trabajé en el sector público, y creí que era suficiente servir honesta y muy generosamente, para vivir en paz; que en caso de problemas, la justicia y las autoridades me apoyarían, me felicitarían incluso. Y creí que mi paz sería imperturbable, porque servía con honestidad y generosidad heroicas: desvelándome, trabajando domingos y vacaciones, negándome a viajar con las delegaciones y rechazando todo tipo de prebendas, porque me asumía como educadora, y debía poner el ejemplo.
De modo que cuando, un día, alguien — cercano al gobernador en turno, o que aducía cercanía con él— decidió acusarme de cualquier cosa, no temblé, ni me acobardé; el que nada debe, nada teme.
Pero mi ingenuidad se estrelló como cristal en terremoto: en carne propia sufrí la absoluta impotencia de quien intenta defenderse ante el poderoso. Entonces aprendí sobre la naturaleza rastrera de algunos, capaces sólo de actuar servilmente; lacayos sin criterio, que imaginaban contrarrestar su incapacidad, pisoteando a las víctimas del poderoso.
Otros mostraron la más absoluta incomprensión. Mal haría en criticarlos, porque todo el proceso era incomprensible; aunque lamentablemente muy común. El poderoso acusaba, y sin importar quién tuviera la verdad o la razón, una masa de ineptos se quería congraciar con él; y la víctima caía.
No todo fue doloroso: aprendí mucho de mí misma y de mi propia fortaleza. Además, aprendí el valor profundo de la amistad. Conocí la rectitud admirable de muchos funcionarios. Alguna funcionaria, incluso, se negó a ejecutar la sentencia en mi contra; alguien más intercedió por mí, y se llevaron sendas reprimendas.
Conocí también la lealtad de compañeros de trabajo, la gratitud de alumnos, y la confianza y el apoyo de la comunidad a la que yo serví durante 10 años: padres de familia, científicos, maestros. Esa parte de la experiencia fue emocionante hasta el llanto. Mi gratitud hacia todos ellos está viva, y con el paso de los años sólo crece más y más.
Sin embargo, nada pudo paliar mi absoluta impotencia ante la voluntad de quien decidió quitarme de en medio. Tuve que irme del país, vivir como extranjera, y esperar a sanar antes de volver a México para hacer de nuevo lo único que sé: servir, honesta y muy generosamente.
Hoy, quiero creer que las condiciones han cambiado; hay comisiones de derechos humanos y una sociedad civil que no dejaremos que la verdad sea avasallada por quienes detentan el poder económico o de cualquier otro tipo. Hoy quiero creer que Lydia Cacho y Martín Barrios pueden encarnar la esperanza de una nueva era; que las autoridades serán leales a la verdad, la justicia, la sociedad, y que no sólo serán liberados incondicionalmente, sino que se sentarán las bases para que nadie más, nunca más, sea perseguido tan injustamente.
Hoy quiero creer en la esperanza. Todos los que hemos sufrido la impotencia ante autoridades y poderosos, la legión de mujeres y hombres que nos hemos forjado y hemos sobrevivido a estas experiencias, y muy especialmente los pobres, los discriminados, los marginados, las minorías, aquellos a quienes Lydia y Martín dedican su existencia, todos necesitamos que la liberación de estos luchadores sea ejemplar.
Puebla se merece esta oportunidad de hacer historia.

miércoles, enero 11, 2006

¿Se debe frenar a las universidades ‘patito’?

Autor: Mtro. Guillermo Hinojosa R.
Publicación: Síntesis, 11 de enero de 2006

El pasado 14 de diciembre el diario ‘Reforma’ publicó en su primera sección la siguiente cabeza: “Busca Senado frenar universidades ‘patito’; aprueban obligación de escuelas privadas a someter sus programas a evaluación externa”. No es la primera vez que la prensa da seguimiento al tema de las universidades llamadas ‘patito’ y la calidad de nuestra educación superior.
Conviene aclarar qué es lo que generalmente se entiende por ‘universidades patito’. En las décadas de 1970 y 1980, cuando explotó el mercado de las computadoras caseras, fue fácil para cualquier técnico, y todavía lo es, armar computadoras ‘pc compatibles’ con componentes comprados aquí y allá. Como estas computadoras no tenían marca o tenían una marca cualquiera que difería de las marcas ‘serias’ se les llamaba marca ‘patito’ con la que se designa desde entonces cualquier producto que es una imitación casi casera de otro producto de marca.
En el caso de las universidades, las ‘patito’ serán aquellas que arman algunos planes de estudio y los imparten en instalaciones que no fueron pensadas para la educación superior y que apenas cubren los requisitos mínimos que pide la SEP para autorizar el funcionamiento. Se concentran en licenciaturas con alta demanda que pueden impartirse sin laboratorios, como Leyes, Contabilidad, Administración o Psicología; tienen un mínimo de personal administrativo; sus profesores están contratados por horas clase; los dueños se autonombran rectores.
Todo indica a que han sido las grandes universidades privadas las que han presionado a la SEP para que regule a las ‘patito’ con argumentos como la baja calidad de la enseñanza que imparten, lo inadecuado de las instalaciones, y la competencia desleal que les representan. Pero las universidades privadas se están poniendo a sí mismas la soga en el cuello al exigir que la SEP tenga mayor control sobre la educación superior impartida por los particulares.
La educación superior mexicana tiene problemas muy complejos que están muy lejos de solucionarse con mayor reglamentación y controles burocráticos de la SEP. La SEP es incapaz de garantizar la buena calidad de la educación en cualquier nivel; darle más poder sobre la educación superior no puede resultar más que en detrimento de los niveles educativos.
Los elementos que intervienen en la complejidad del problema de la educación superior son: la incapacidad de las universidades públicas para satisfacer la demanda de educación superior; la insuficiencia de las universidades privadas para absorber a los rechazados de las públicas; el nivel educativo de muchos egresados de preparatoria que no aprueban los exámenes de admisión a las licenciaturas; el régimen de libre empresa que garantiza a cualquiera la posibilidad de poner un negocio educativo; la omnipresente corrupción de funcionarios (públicos, privados y autónomos) con cierto poder para decidir favorecerse a si mismos al margen de la ley.
Las universidades ‘patito’ son más parte de la solución que del problema. Al absorber parcialmente la demanda de educación superior disminuyen la presión sobre las universidades públicas. Pero aunque los bajos niveles educativos no son exclusivos de las ‘patito’, las grandes universidades públicas y privadas sí están en mejor situación para garantizar la calidad de su oferta. No obstante, algunas universidades privadas pequeñas están haciendo esfuerzos serios por dar un buen servicio. Pequeña no es sinónimo de ‘patito’. Más bien, algunas grandes podrían ser consideradas ‘patotes’.
El camino para elevar el nivel de la educación superior no pasa por mayores regulaciones ni por limitar la actividad de los particulares. Pasa por la evaluación de resultados, por la clasificación de las universidades de acuerdo con esos resultados y por el conocimiento público de dicha clasificación. Así cada quien sabrá dónde se mete.