lunes, mayo 10, 2010

Desventajas Educativas de los Niños Migrantes Mexicanos

Autora: Teresa Eugenia Brito Miranda
Publicación: 3 de mayo de 2010

Según datos encontrados en el Observatorio Ciudadano de la Educación, actualmente residen en Estados Unidos 31.1 millones de personas de origen mexicano, como lo muestra un estudio realizado en el 2009 por el CONAPO y la Universidad de California titulado “Los hijos de los inmigrantes en los Estados Unidos. Migración y salud”.( http://www.observatorio.org/)
     En este estudio se menciona que entre el 2002 y 2008 mientras la población de 0 a18 años de grupos minoritarios como el afroamericano disminuyó su crecimiento en un 9% y los estadounidenses blancos disminuyeron en un 3.1%, los hijos de los inmigrantes mexicanos crecieron en 17.2 %. Este crecimiento seguramente alarma a los Estados Unidos por lo que representa en gastos de seguridad social, educación, oportunidades laborales, entre otros muchos aspectos.
     Los ingresos anuales promedio de un hogar mexicano inmigrante pueden ascender a 40 mil dólares en promedio, quedando por debajo de otros grupos de inmigrantes que alcanzan los 66 mil dólares. Esto nos muestra que los hogares mexicanos están en la línea de pobreza por debajo de otros grupos de inmigrantes.
     La distribución laboral muestra que tanto los varones como las mujeres tienen trabajos duros, mal pagados, con escasa seguridad social y de salud y con escasas posibilidades educativas, lo cual no favorece que los padres se interesen en la educación de sus hijos y la valoren positivamente. Tampoco la consideran como posibilidad de movilidad social. El grado de escolaridad de los padres influye significativamente en las expectativas que ellos tienen sobre la educación de sus hijos. Las condiciones de pobreza y baja calidad de vida tienen como consecuencia una trayectoria académica muy baja y un desarrollo educativo poco favorable.
     Los jóvenes prefieren abandonar la escuela por la urgencia de otro ingreso, así como por la escasa valoración de la formación educativa. Para ellos la escuela representa un enorme esfuerzo debido a las desventajas que cargan de inicio lo que los enfrenta a mayores riesgos de discriminación racial, de género y de edad.
     Los datos muestran que los jóvenes mexicanos que migran de los estados de la república con mayor pobreza tienen un nivel educativo también muy bajo. Por ejemplo en 2008 el 63% de los migrantes poblanos no concluyó los estudios básicos.
     A pesar de que los hijos de inmigrantes mexicanos están superando el nivel de escolaridad de sus padres, los niños viven desventajas palpables. Una de ellas es que casi 9 de cada 10 niños migrantes mexicanos que van a las escuelas estadounidenses viven con padres que no dominan el Inglés, o lo dominan de manera limitada. Muchos de ellos además no dominan siquiera la lengua materna ya que por motivos relacionados con la desigualdad económica y la discriminación social, no la consolidaron en México.
     Otro elemento importante es que uno de cada cuatro menores afronta la ausencia de uno o de ambos padres, lo que significa un estigma social además de que las condiciones sociales y económicas derivadas de esta causa impiden el logro de procesos educativos importantes.
     La falta del derecho a la salud afecta directamente los procesos educativos de los niños y jóvenes. El ausentismo en las escuelas, aunado a otros factores, no favorece que desarrollen aprendizajes significativos que se van alcanzando a través de las actividades escolares.
     Los mexicanos son el grupo minoritario con el nivel escolar más bajo. Aunque existe una fuerte integración familiar, los estudios muestran que ésta no influye de manera directa en la valoración de la educación como expectativa para mejorar las condiciones de vida presentes y del futuro. Esto explica que no haya un acompañamiento familiar del proceso escolar. Los estudiantes de origen mexicano muestran las tasas más altas de deserción escolar, sobre todo en el tránsito del bachillerato a la educación superior: menos de un tercio de ellos, de entre 20 y 24 años asiste a la escuela, cuando casi la mitad de otros inmigrantes sí lo hace.
     Otros estudios muestran factores del inicio de escolaridad que pueden ser predictores de la terminación de estudios en el grado de bachiller. Las competencias para la lectura son uno de ellos. El 42% de los niños latinos están el cuartil más bajo de estas competencias. La comprensión y uso de la lengua para comunicarse, el dominio de cierto nivel de vocabulario y la identificación de al menos 10 letras del alfabeto, son otros factores. Los niños migrantes mexicanos no cuentan con estos requisitos. La edad de migración es importante pues mientras más jóvenes se incorporan al sistema educativo es más fácil su adaptación, además, para integrar al niño en la escuela se considera la edad, no las competencias ya adquiridas. Muchos de los niños dejan de estudiar durante el proceso que implica migrar. Sus padres desconocen los trámites para continuar los estudios, por lo que permanecen un tiempo sin escuela .Cuando las condiciones educativas son bajas desde México, no es fácil enfrentar los problemas de rezago y los de adaptación, integrándose en condiciones desventajosas que favorecen la discriminación.
     La mayoría de los migrantes mexicanos no tienen los recursos económicos ni culturales necesarios para orientar a sus hijos al mejor aprovechamiento del potencial educativo que pueden tener el vivir en ese país.
     En síntesis el panorama que enfrentan estos niños y sus familias es difícil y extremadamente doloroso. Es sin duda un gran reto para ellos que buscan mejorar su calidad de vida aunque la educación no esté incluida en esta perspectiva.
     El gobierno mexicano tiene la obligación de proporcionar educación básica de calidad y las condiciones de vida que impidan la migración en condiciones tan difíciles. ¿Qué podemos hacer los ciudadanos al respecto. Un primer paso es mantenernos informados de lo que sucede con los migrantes mexicanos.

domingo, mayo 09, 2010

Actualidad de Albert Camus

Autor: José Rafael de Regil Vélez
Publicación: E-Consulta, 15 de marzo de 2010

El 4 de enero de 1960 de manera intempestiva quedó trunca en un accidente de tránsito la vida de un pensador contemporáneo, notable en sus días y a mi parecer en los nuestros: Albert Camus, premio Nobel de literatura 1957, ensayista, dramaturgo, literato, pensador, en el más amplio de los sentidos.

     Camus, francés nacido en Argelia el 7 de noviembre de 1913, es conocido en muchos lados como filósofo existencialista, por poner sobre la mesa los problemas de su tiempo… Cuando se le concedió el Nobel, le fue otorgado por "el conjunto de una obra que pone de relieve los problemas que se plantean en la conciencia de los hombres de hoy".
     Destaca en su producción el tema del absurdo, muy propio de la Europa de la posguerra y a veces muy mal comprendido por quienes oyen hablar de él.
     Hace algunos días, en un foro con estudiantes de la Universidad Autónoma del Estado de México un universitario comentó que este intelectual galo/africano fue importante para muchos en su época, al tiempo que preguntó si de alguna manera puede decir algo a la nuestra.
     Varios de los presentes dieron su opinión. Yo me puse a considerar la interrogante a la luz de la labor de educador que hoy realizo y mi respuesta es: sí. Las inquietudes de Camus son vigentes para ayudarnos a preguntarnos sobre qué significa intentar ser personas en el inicio de la segunda década del siglo XXI.
     Me explico. La primera mitad de la centuria pasada presenció en carne propia atrocidades nunca antes vistas en la proporción con que aparecieron en las guerras mundiales y en el inicio de la guerra fría. Todo el orden establecido -en especial el que tiene que ver con los valores- quedó trastocado en esas conflagraciones y en las ideologías que las sustentaron.
      Hasta ese momento los pensadores y los políticos tenían grandes explicaciones para dar cuenta del sentido que deberían tener el mundo, la política, la sociedad, las costumbres, la moral; pero en muy pocos años ellas cayeron en pedacitos, al tiempo que aparecían ante los ojos de todos la muerte, las crueldades que cometieron unos seres humanos sobre otros, más allá de las banderas nacionales que los cobijaban y las más de las veces en nombre de las ideas como el fascismo, el comunismo, el propio capitalismo.
     En ese caos irrumpió para unos y otros la pregunta: ¿qué sentido tiene la historia? ¿podemos seguir creyendo en los grandes proyectos de los filósofos, de los políticos? Por más que se le pensara, todo parecía ABSURDO, insensato; el bien y el mal eran conceptos más bien confusos.
     En esa escena aparecen Albert Camus y otros hombres y mujeres inquietos, como Gabriel Marcel, Emanuel Mounier, Jacques Maritain y el infaltable Jean Paul Sartre, cada cual con su particular forma de ver el problema que significaba ser humano en la primera mitad del siglo XX.
    En los ensayos de Camus como El mito de Sísifo, El hombre rebelde, o en las novelas como El extranjero y La peste es abordado el problema: puede ser que las cosas no sean tan claras, puede ser que la lógica fría ofrecidas por la ciencia, la técnica y las ideologías de todo corte y que tan poco resultados dieron para comprender al ser humano no puedan explicar para la mente y corazón de las personas lo que sucede en la realidad y ante ello sólo hay dos opciones: el suicidio o asumir la realidad en todo su carácter absurdo.
     La primera solución no lleva a ningún lado; así sólo queda asumir el día a día, el mundo que nos ha tocado vivir con una razón humilde, que no pretenda tener explicación para todo, que reconozca sus límites, pero que aún así apueste por seguir caminando humanamente.
     El pensamiento de Camus es una invitación a la rebeldía, a seguir avanzando aun cuando no todo quede claro, aunque parezca que cargamos una piedra una y otra y otra vez sin sentido aparente. Pero se trata de una rebeldía que se construye en la solidaridad humana, en la acción conjunta de mujeres y hombres que van dando los pasos que les permitan andar espacios de resistencia en un mundo muchas veces inhumano, insensato.
     El francés invitó a sus contemporáneos y nos invita hoy a nosotros a preguntarnos sobre el sentido de las cosas y a abordar la pregunta ya no desde ideas totales, totalizadoras, sino de las vivencias en carne propia, allí donde cada cual puede ir encontrando sus “pequeños sentidos” para continuar la vida.
     Me parece gran virtud de este hombre —que se negó a ser llamado filósofo, porque decía no creer en los sistemas de ideas—, la de llevar la agudeza del pensamiento a los espacios accesibles y recreadores de la literatura, de la dramaturgia. Hombre de su tiempo, deseoso de hablar con hombres de su tiempo, encontró en el lenguaje literario una puerta en la que mujeres y hombres puede reflexionar sobre temas inherentes a sus posibilidades humanas.
     Camus en la novela, en el teatro, sitúa al público ante el drama de la existencia concreta y le permite reconocerse en sus personajes, en sus tramas. Asume que en nuestro tiempo la literatura es una excelente portadora de las preguntas fundamentales de la existencia humana. En vista de esta vitalidad compartió las cuestiones que agitan la mente y el corazón de la gente de todos los días, "los de a pie", y para quienes la calidez de un personaje puede ser más significativa que los libros más técnicos que haya en acumulados en el patrimonio filosófico de la humanidad.
     Sí: Camus sigue vigente porque nos provoca a vivir lo absurdo en la búsqueda de solidaridad y de una razón muy humilde que quiera dialogar con la realidad y no reducirla a una idea, por brillante que parezca; pero también porque llama a comunicarse con los demás de forma que sea verdaderamente significativa, en un lenguaje comprensible… Porque hoy, como ayer, un mundo más humano sigue siendo una tarea que a todos nos llama.

jueves, mayo 06, 2010

miércoles, mayo 05, 2010

Activarnos por la calidad educativa

Autor: Martín López Calva
Publicación: E-consulta, 04 de mayo de 2010
"La misión parece imposible, pero la dimisión resulta igualmente imposible"
Edgar Morin.

No puede haber un desarrollo real, sostenido y equitativo para una ciudad, un estado o un país si no se plantea una estrategia seria, consistente y eficiente de apoyo al mejoramiento radical y permanente de la calidad educativa. Esta es la conclusión que se puede extraer de múltiples análisis e investigaciones realizadas por expertos y organismos internacionales.
     En esta línea se planteó la conferencia magistral: "Competitividad, educación y desarrollo" que impartió el Dr. José Antonio Ardavín, funcionario de la OCDE en México en el marco del foro sobre "Calidad de la educación" que organizó el movimiento "Actívate por Puebla" en las instalaciones de la UPAEP el pasado viernes 30 de abril.
     La Educación es el motor potencial de equidad y desarrollo para toda sociedad y Puebla no es la excepción, pero para lograr hacer realidad esta sociedad con crecimiento económico sostenido, justo e integral es necesario enfrentar grandes retos de calidad en nuestro sistema educativo estatal y nacional.
     Para lograrlo, es necesario, decía el Dr. Ardavín, construir una nueva organización del sistema educativo que necesariamente se apoye en dos grandes sustentos inseparables e interdependientes: una mayor autonomía de gestión de las escuelas y un proceso claro y sistemático de rendición de cuentas que sea vigilado por la participación social.
     Porque un sistema educativo centralizado y altamente burocratizado como el que hoy tenemos hace muy complicada la instrumentación adecuada de estrategias de mejora para la calidad educativa, al igual que lo obstaculizaría un proceso de descentralización y autonomía escolar que no fuese acompañado por una nueva cultura de rendición de cuentas y revisión por parte de la sociedad acerca de la manera en que se aplican los recursos en cada centro escolar.
     Este proceso de autonomía-transparencia requiere sin duda de una corresponsabilidad entre las autoridades gubernamentales, los directivos y profesores, los padres de familia, los estudiantes y las comunidades en las que se insertan las escuelas. Una nueva cultura de participación social real y efectiva es necesaria para enfrentar los desafíos de la calidad educativa en nuestra época.
     El movimiento "Actívate por Puebla" tiene como objetivo, aprovechando el momento de cambio de gobierno en nuestro estado y municipios, promover esta nueva cultura de participación social a través de la generación de propuestas que se harán llegar a los candidatos de todos los partidos y alianzas. En este movimiento están involucradas activamente las universidades, los organismos empresariales y las organizaciones de la sociedad civil.
     Esta nueva cultura de participación no puede limitarse a generar propuestas y después "vigilar" que el gobierno que sea elegido en las urnas "cumpla" con llevarlas a la práctica. Se trata de un compromiso que implica una mucho mayor responsabilidad porque pretende que la sociedad civil trascienda la visión de que la participación ciudadana inicia y termina el día en que se deposita el voto, para convencerse de que esta participación tiene que ser cada vez más activa, constante, organizada y corresponsable.
     De esta manera, en las distintas mesas de trabajo del foro sobre calidad educativa se plantearon propuestas para hacer llegar a los candidatos, pero se planteó también como coincidencia la idea de mantener el trabajo en red para colaborar con las autoridades educativas del próximo gobierno en el diseño, la operación, el seguimiento, la investigación y la evaluación de proyectos de formación docente, formación de valores, introducción de tecnologías de información y comunicación en la escuela, cambios en la legislación y normatividad educativa en el estado, etc.
      La realidad exige un cambio de actitud y un salto cualitativo importante desde la pasividad que espera todo del gobierno hacia la participación que colabora y exige, desde la competencia entre instituciones hacia el trabajo en red que respeta las diferencias, desde la mera denuncia hacia la construcción conjunta de alternativas.
     En efecto, como dice Morin: La misión de elevar la calidad educativa para generar desarrollo parece imposible, pero no podemos renunciar a ella, porque la dimisión, resulta igualmente imposible. Es hora de activarnos por la calidad educativa. 

¿Quién es culpable de mi enojo?

Autor: Raúl José Alcázar Olán
Publicación: La primera de Puebla, 04 de mayo de 2010.
Las personas que se enojan frecuentemente suelen decir que los demás son los culpables de su enojo. Sin embargo, eso no es totalmente cierto. Aunque otras personas pueden contribuir al propio enojo, es uno mismo quien lleva esta emoción a niveles exagerados que se reflejan en "¡No lo puedo soportar!". Al culpar a los demás, uno piensa que otras personas son las causantes del propio sufrimiento, de manera que uno no es responsable de lo que le pasa. Esto se expresa por medio de atacar a la otra persona diciéndole que es su culpa. El problema de culpar es que impide que uno encuentre soluciones alternativas: debido a que se atribuye la responsabilidad al otro, entonces es más difícil encontrar otras respuestas para el problema; además, uno se queda indefenso y espera a que la otra persona "arregle" las cosas.
     Algunos ejemplos de culpar son: "como siempre quieres desayunar en la mañana, haces que me retrase", "esta casa parece un basurero porque nunca levantas un dedo para arreglarla", o bien, "Yo hubiera conseguido ese trabajo si tú hubieras corregido mi currículum". El elemento común es que la causa del sufrimiento está principalmente en los demás, y no en uno mismo; es decir, "es su culpa".
     Cuando culpamos damos por hecho que los demás están actuando con la intención de dañar. Sin embargo, Una perspectiva más realista es que las personas siempre eligen la acción que mejor cubre sus necesidades. Eligen lo que es "aparentemente" lo mejor (hacen lo mejor que pueden con lo que tienen). ¿Podemos culpar a alguien por escoger la mejor opción disponible?
     La solución para disminuir el hábito de culpar es la siguiente. Hazte responsable de ti mismo y tu bienestar. Elabora un plan que dependa de ti para estar mejor. En lugar de "por tu culpa siempre llegamos tarde", elabora un plan de cómo llegar a tiempo en futuras ocasiones. En vez de "por tu culpa me siento mal" busca la forma de que el problema no se vuelva a presentar y haz algo que dependa de ti para sentirte mejor (por ejemplo distraerte, concentrarte en otras cosas, hacer algo que te gusta, realizar actividades que tengas pendientes, salir a caminar).
     Una forma equivocada para dejar de culpar es esta: hacer que todo el mundo y las cosas cambien, por ejemplo, esperar que nadie se meta en el carril donde vas manejando, que los niños y la pareja siempre te apoyen, que los compañeros de trabajo siempre sean comprensivos y te den su tiempo, que tus empleados nunca se equivoquen, etc..
     Algunas frases que son útiles contra culpar son: "No estoy indefenso. Puedo cuidar de mí en esta situación", "Haré un plan para lidiar con esto", Si culpo me sentiré indefenso, ¿Qué puedo hacer con el problema?", "Tal vez no me guste, pero los demás hacen lo mejor que pueden", "Ellos hacen lo que necesitan. Yo también haré lo que necesito". Si tú tienes problemas de enojo, y usas estas frases constantemente, seguro que tu enojo disminuirá.

sábado, mayo 01, 2010

Más allá del aula

Autor: José Rafael de Regil Vélez
Publicación: Síntesis, Tlaxcala, 27 de abril de 2010

La segunda mitad del siglo XX fue célebre por las revisiones que fueron hechas de todo lo que se pudo: las teorías, la familia, la educación, lo roles de género… todo.

     En México Ivan Illich, quien en 1971 publicó el libro "La sociedad desescolarizada", criticó la insuficiencia de las instituciones educativas para una sociedad con necesidades emergentes y pugnaba por otras formas de aprendizaje, en las cuales las personas funcionaran mejor en la vida diaria.
      Ahora, casi 40 años después, ideas como las suyas se antojan todavía provocadoras: los tradicionales métodos escolares, encerrados en el aula, confinados a las paredes de las escuelas, escinden la vida y, muchas veces terminan informando saberes impertinentes para lo social, lo político y económico que requerimos para vivir con dignidad.
      Las actuales reformas de la educación básica y de la media, con una propuesta de enseñanza basada en competencias, pretenden dar pasos para allanar esa distancia tan criticada. Sin embargo, las prácticas escolares siguen estando lejanas de la meta.
     La educación no formal, esa que practican los organismos no gubernamentales, ha desarrollado metodologías para que las personas aprendan significativamente al tiempo que responden a problemas concretos buscando soluciones auténticas. Invitan a "aprender haciendo", a empezar a ser ciudadanos responsabilizándose de cosas concretas.
      Para este tipo de educación las aulas son la vida misma, los asuntos que nos preocupan a todos, sólo que ocupándose de ellos. Las problemáticas cotidianas son el material a partir del cual se busca información, se diseñan creativamente posibilidades, se comparte solidariamente, se toman decisiones.
     La educación no formal, sin embargo, en sí misma tampoco es suficiente, pues puede carecer de rigor conceptual para entender la realidad, de rigor metodológico para comprender, reflexionar, criticar y proponer; acciones educativas muy valiosas que encuentran en las paredes escolares un mucho mejor lugar de realización.
      Hoy que se habla de una educación que de veras permita formar el tipo de mexicanos que asuma las riendas del país me parece que es necesario insistir en que si las escuelas quieren vivir de acuerdo a su vocación formativa tienen que mirar a las instituciones que educan de manera no formal, aprender de sus métodos y romper los límites que marcan las paredes de las aulas, vinculándose con los actores sociales que buscan mejores condiciones de vida para todos nosotros, pero sin perder lo mejor de su aporte educativo: la seriedad académica.

Ser profesor - ra

Autor: Teresa Sevilla
Publicación: Síntesis, Puebla, 29 de abril de 2010
Todo proceso de enseñanza supone un acto de amor.
     Para responder a la pregunta ¿qué es un profesor o una profesora? podemos partir de un par de conceptos a la mano.
     Profesor (a), de acuerdo con el Diccionario de la lengua española (2000), es una persona que ejerce o enseña una ciencia o arte. Normalmente adscritos a una determinada cátedra o departamento.
     El Diccionario etimológico latino-español (1985) señala, del latín professor, -oris. m. f., el que hace profesión de; el que se dedica a; el que cultiva o practica [una ciencia, arte, etc.] profesor, maestro de.
     El Diccionario de las Ciencias de la Educación (1994) define el concepto de profesor como una persona que por vocación dedica su existencia a transmitir a una nueva generación una síntesis de los aspectos teóricos, prácticos éticos y estéticos de la cultura en forma equilibrada y distinguiendo cuidadosamente los contenidos permanentes de los transitorios.
     Pero avancemos un poco más y especifiquemos la pregunta ¿qué significa ser un-una buen-na profesor-ra? La respuesta es clara, - a mi juicio- un buen profesor es una persona con calidad humana, generosa y responsable, con dedicación y entrega, una persona multidisciplinaria comprometida a encaminar sus esfuerzos dentro del aula hacia los problemas del mundo real, hacia urgencias de transformación social que atañen al bienestar de la mayoría de los seres humanos.
     Ser un buen profesor es ser una persona abierta de pensamiento, dinámica, creadora y autocrítica por excelencia, con profunda identidad y sentido de vida, con un gran espíritu de servicio a los demás, con conciencia ecológica, una persona alegre y entusiasta a la hora de comunicar/ se, poseedora de una dinámica vital y creativa, paciente y amorosa.
     Pero sobre todo ser una persona que desee participar en el proyecto que millones de nosotros-tras sin duda compartimos y anhelamos: un mundo más digno, más justo y más humano para todos y para todas.

Tener más, ser más

Autor: Alexis Vera
Publicación: Puebla on line, 27 de abril de 2010

Pareciera que la obsesión de moda es tener cada vez más cosas nuevas en nuestros haberes. Nueva ropa, nuevo celular, nueva cámara, nuevo coche… Y se hace hasta lo imposible por comprar lo nuevo, aunque no se necesite. Muchos poblanos hipotecan sus próximas quincenas, aquellas que ni siquiera han trabajado, con tal de cambiar de coche y tener uno “respetable” ante los demás. Ya tienen coche, pero no es nuevo, no impacta a nadie y, por lo tanto, hay que cambiarlo a cualquier precio. Porque como te ven te tratan, dicen muchos.

     No son pocos los poblanos que tienen más de un trabajo para sostener un nivel de vida de clase media o media alta. Trabajan todo el día, de sol a sol; quedan exhaustos al final de la jornada y no quieren hacer otra cosa que ver la tele o dormir cuando regresan a casa. Por supuesto que, tras la jornada laboral, ya no les queda mucha energía para conversar y convivir con la familia y amigos. Y es totalmente comprensible querer descansar tras tanto trabajo y estrés. La pregunta es entonces: ¿vale la pena este “sacrificio”? ¿En aras de tener más y mejores cosas, es bueno trabajar hasta el agobio? ¿Por qué queremos tener más y mejores cosas?
     Una vez un amigo colombiano me platicó hace años el siguiente cuento que me parece nos puede ayudar a reflexionar sobre el tener. Cuenta la pequeña historia que un pescador colombiano regresaba de la mar con unos cuantos pescados en su red y un gringo, que lo observaba en la orilla, le preguntó ¿ya no hay más peces en el mar? El pescador respondió que sí, que había muchos más. El gringo lo cuestionó: ¿por qué entonces no se queda un rato más? El colombiano le dijo que ya no necesitaba más pescados, con esos que traía era suficiente para comer hoy y mañana. El gringo, anonadado, le dijo: pero si usted pesca más, entonces puede tener pescados para vender. ¿Y para qué querría yo vender pescados? cuestionó el pescador; pues para ganar dinero, respondió su interlocutor. ¿Y para qué querría yo ganar dinero? Para ahorrar y comprar otra lancha por ejemplo le contestó el extranjero. ¿Y para qué necesito otra lancha? Reviró con voz fuerte el hombre de mar. Para pescar y vender todavía más –respondió el estadounidense. ¿Y eso para qué? Pues para ganar más dinero, y así algún día te puedas dedicar a hacer lo que quieras, dijo ya un poco frustrado el gringo; a lo que el pescador respondió: pero si yo ya estoy haciendo lo que quiero…
     ¿Quién tiene razón? La respuesta dependerá de lo que busquemos en la vida.
     Hoy es casi universalmente aceptado que sólo es exitoso aquel que ha logrado tener mucho dinero; que uno es poca cosa si no posee un buen coche o ropa de marca; que hay que comer en los mejores restaurantes e ir a los más lujosos hoteles para ser alguien; que hay que tener la más reciente computadora o teléfono celular, de lo contrario importamos poco.
     Creo que tener buenas cosas puede ser muy saludable para el ser humano, pero sólo mientras esas cosas permanezcan como un medio, no como un fin en nuestras vidas. Cuando empezamos a endeudarnos con frecuencia por tener mejores cosas, entonces la espiral de la posesión material deja de ser positiva y empieza a ser negativa. Además de que esto mina sensiblemente nuestras finanzas personales.
    Un amigo jesuita me dijo hace tiempo: yo no voy al centro comercial porque no me gusta ir a comprar lo que no necesito, con dinero que no tengo, para aparentar lo que no soy. Creo que el problema es que la mayoría de los poblanos de clase media justamente hace esto que mi amigo critica. Quizá porque muchos de ellos creen que así parecerán exitosos ante los demás y no serán rechazados como fracasados contemporáneos. Otros más lo harán porque no han encontrado una mejor fórmula para ser ellos mismos, de tal suerte que acaban siendo como todos los demás.
     Comprar nuevas cosas sólo por el hecho de tener lo último o lo de moda, difícilmente podrá llenar nuestras vidas. Cuando estamos orientados a tener, continuamente sentimos la necesidad de comprar más, porque ninguna compra acaba por llenarnos. Lamentablemente la publicidad de varias empresas nos quiere convencer de lo contrario. En efecto, muchísimas compañías, en su necesidad de vender, han perdido el sentido ético de su razón de ser: contribuir al bienestar de la sociedad. De tal suerte que, muy frecuentemente, hacen creer a sus clientes potenciales que tener es más importante que ser, a pesar de que la realidad histórica del sujeto nos ha mostrado que la cosa es más bien al revés.

A propósito del día del niño

Autor: José Vicente Hurtado Herrera
Publicación: La primera de Puebla, 29 de abril de 2010

La última semana de abril nos remite inmediatamente con diversos festejos, uno de estos es el día del niño, celebración que sin duda tienen un clara intención comercial, invitándonos al consumo; pero también visto desde su dimensión festiva, de celebración, presenta un valor simbólico, pues los seres humanos tenemos necesidad de una u otra manera de recordar, de volver a vivir, de celebrar a las personas, momentos o experiencias importantes de la vida. En este sentido ¿por qué celebrar a los niños? ¿qué motivos tenemos para ello? Comparto con ustedes algunos motivos que me resultan significativos desde mi condición de educador y padre de familia.

     Celebremos a estos pequeños seres para quienes pareciera que su única motivación es jugar, y que se sorprenden a cada momento con infinidad de detalles: con un juguete, con la caricatura preferida, con el insecto que encuentra en la calle, con su mascota, con las nubes, con el cuentacuentos que los hace imaginar, con las burbujas de jabón que hacen en la plaza, con las mariposas que pasan por su cabeza, por la alegría de andar en la bici o patear un balón, y de tantas cosas más.
      Celebremos la posibilidad que nos brindan de disfrutar de las cosas sencillas, de volver a jugar, de recordarnos lo grato que es sonreír a carcajadas. Esto me recuerda al gran poeta Jaime Sabines, quien en una de sus obras agradece a su pequeño Julito la oportunidad de sorprenderse de lo pequeño.
    Celebremos a los niños, porque a los que somos padres nos ayudan a llenar de sentido el esfuerzo cotidiano por trabajar, por superarnos profesionalmente, por saber que el esfuerzo por ser mejor no se agota en la satisfacción personal, sino que adquiere un mayor valor al pensar en ellos, en la posibilidad de ofrecerles mejores condiciones de vida.
     Celebremos con ellos porque ante el reto de cuidarlos, protegerlos y colaborar en su formación como personas, nos obligan a poner en juego toda nuestra persona, a sacar lo mejor de nosotros, a buscar alternativas para encontrar las mejores formas de educarlos, de ayudarlos. Nos retan a practicar la tolerancia, a ser empáticos, a ser firmes, a ser bondadosos, porque eso de formar a una persona que progresivamente va ganando en autonomía y que es importante orientar y respetar, sin duda que nos mete en serios dilemas.
     Por cierto, el domingo pasado me encontraba con una nota periodística en la que se daba cuenta de la existencia de un fenómeno llamado “niños superagendados o superexigidos”, con lo cual se refiere a los chicos que son saturados por los padres con actividades extraescolares, generando en algunos casos trastornos emocionales como ansiedad, depresión e inseguridad (Reforma, 2010). Este caso nos muestra que es complicado eso de educar a un niño, pues buscamos su felicidad y no siempre colaboramos en la consecución de ésta.
      Pero hacer referencia al día del niño, nos exige no olvidarnos de las dificultades que la niñez pasa en el mundo y particularmente en nuestro país: niños abandonados, maltratados, niños en la calle, de la calle, obligados a trabajar, usados por sus padres para ganar unos pesos, explotados sexualmente. En nuestro contexto hay tantos y tantos casos de niños que no tienen las condiciones mínimas para desarrollarse sanamente, para desarrollar su potencial, condenados a la miseria y al abuso de muchos adultos. Y a pesar de lo anterior algunos de estos chicos pueden salir adelante y construirse un futuro digno.
     La posibilidad de apostar por un mejor país y un mejor mundo, radica también en el compromiso de atender de mejor manera a nuestros niños, pues en gran medida la conformación de su identidad, su afectividad, su racionalidad, y en general de toda su persona, radica en el cuidado y en el “modelaje” (ejemplo) que los adultos ejerzamos sobre ellos.
      La responsabilidad por la niñez del mundo y de México, parece ser que no se agota en el cuidado de nuestros niños cercanos, de nuestros hijos, sino también en la posibilidad de comprometernos con otras historias, con otros sueños, con otras pequeñas miradas deseosas de crecer y ser felices.

Claves de una educación alternativa

Autora: Isabel Royo Sorrosal
Publicación: E-consulta, 28 de abril de 2010

Desde mediados de mes hemos recibido en Puebla y en México diferentes personalidades relacionadas con el campo de la educación. Llegó Begoña Gros, Vicerrectora de Investigación e Innovación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) con sede en Barcelona, creada hace 15 años y en la actualidad con 55 000 alumnos en línea. En La Ibero, habló del futuro de la educación superior vinculada a las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC). Desde sus inicios a la actualidad el llamado e-learning (aprendizaje electrónico) ha pasado por distintos modelos: del modelo centrado en los materiales y posteriormente en las plataformas usadas, hasta llegar al actual modelo que encuentra su verdadero sentido pedagógico en la flexibilidad de sus elementos y en la participación de los agentes que intervienen en el proceso de enseñanza y aprendizaje. Actualmente el e-learning busca el tipo y meta de formación que desea, el modelo pedagógico que le da vida, por encima del simple uso de las herramientas tecnológicas. Esto no es ningún menosprecio hacia las TIC, que todo maestro debería usar, para preparar a sus estudiantes en ellas evitándoles ser víctimas de la brecha social que han abierto. El reto que está afrontando hoy el uso de la tecnología en la educación es el de lograr la transformación de las actividades de enseñanza y aprendizaje, y de las competencias a adquirir por las personas involucradas. Si no se busca intencionadamente la transformación de las prácticas y las personas, las herramientas tecnológicas, por sí solas, no producirán innovaciones ni mejoras educativas.

     Un día más tarde Margarita Zorrilla, Directora del Instituto de Evaluación de la Educación (INEE) de ámbito federal impartía una conferencia en la UDLA sobre las dimensiones de la calidad educativa para todos. Creado en 2002, el INEE tiene como misión contribuir a la mejora educativa a partir de la evaluación de la calidad, desde la difusión transparente y oportuna para la toma de decisiones, la mejora pedagógica y la rendición de cuentas. Dedicado a la educación básica y media superior, el INEE evalúa el Sistema educativo nacional emitiendo juicios a partir de las mediciones y su comparación con los referentes elegidos. Importan los indicadores y parámetros para conocer las mejoras educativas y las decisiones pertinentes a tomar.
     Varios días más tarde oíamos en videoconferencia desde Guadalajara a Adolfo Nicolás, Prepósito General de los jesuitas, involucrados por más de 460 años en la educación. Hablando de los retos de la humanidad, señaló la necesidad de abrirse y presentar a los jóvenes estudiantes los diferentes modelos de humanismo e instrumentos, para que elijan los mejores para ellos y la sociedad. Hoy la función profética corresponde a todos y consiste en ofrecer alternativas que lleven a la construcción de la comunidad. Se trata de un trabajo de re-conciliación con nosotros mismos, con los otros, con Dios, con el pasado y el presente, con el fuera y adentro, con la naturaleza, etc. Es el gran reto de la educación. Los jóvenes quieren relaciones nuevas, desarrollar la dimensión interior, pasar de la idea a la acción, edificar la persona interior. Se trata de una educación transformativa y abierta a nuevas necesidades e inquietudes profundamente humanas.
     Por último, cae en mis manos un texto de Fernando Rielo, pensador y poeta español fallecido en 2004, donde presenta su tesis de que la verdadera relación educativa está formada por el amor, y sólo así transforma trayectorias vitales y representa alternativas de humanidad y de sociedad. Las características fundamentales que la definen son: el compromiso activo de los sujetos implicados, la convivencia cultual de respeto mutuo, la comunicación desde la intimidad y el diálogo, la colegialidad y la vida comunitaria, y el cuidado como forma de trato, también llamado terapia educacional. Estas cinco características se convierten en las piedras de toque, necesarias cada una, y no suficientes individualmente, para una educación que afronta los retos de un cambio de época; y que necesita no perderse en la inmensidad exterior sin rumbo, sin dirección ni sentido.
     Todas estas claves tienen una trayectoria por la que se sale de sí mismo para unirse con el otro. Este movimiento produce un estado intenso de inteligencia, voluntad y libertad en el educando que le impulsa a unirse a los más altos valores que se le propongan, logrando la motivación vital que están necesitando los jóvenes de hoy.

Muchos davides para vencer a Goliat

Autora: Celine Armenta
Publicación: El Columnista, 28 de abril de 2010

Hasta donde alcanzan a ver mis viejos ojos, ni la democracia ni la participación, ni los derechos de todos, ni la bonanza, la paz, la equidad o la justicia; ni la educación excelente, la libertad, o la estabilidad de las naciones y las comunidades son dádivas de quienes detentan el poder político, económico o ideológico. El porqué es claro: todos estos indicadores sociales y personales de bienestar implican dilución del poder. Cuando todos participamos en decidir nuestros destinos, no hay espacio para dictadores; cuando todos participamos de los bienes materiales, no hay lugar para concentraciones escandalosas de riqueza; y cuando todos velamos por cada uno, maniatamos a los abusadores y los criminales, y aseguramos que la ley proteja a todos y dé a cada uno lo que merece.

     Pero también hasta donde alcanzan a ver mis ojos viejos, una sociedad, una comunidad o una familia dividida por prejuicios e invadida de miedo son perfectas cómplices de los dictadores, los abusadores y los violentos. La discordia ciudadana y la falta de solidaridad nutren a la injusticia, la violencia, la discriminación, la marginación, la pobreza y hasta a la muerte.
     Estas reflexiones son especialmente punzantes en este año, cuando cumplimos doscientos años de una independencia que prometía unirnos bajo una misma bandera; cumplimos cien arios de una revolución que prometía equidad y conquistas ciudadanas para todos; y cumplimos diez arios de una alternancia que prometía democracia, participación y respeto a la voluntad popular. Muchos compartimos hoy la sensación de que estos cumpleaños no ameritan celebraciones sino reclamos: porque la sangre derramada y los desvelos no acaban de dar su fruto. Porque la inseguridad, la inequidad, el abuso del poder, el crimen organizado, la violencia y la corrupción nos tienen sitiados como un gigantesco Goliat feroz e implacable que nos roba la esperanza y bloquea las rutas de salida hacia el futuro.
     Y eso que estamos en Puebla, donde el ejército no patrulla las calles y no sabemos aún lo que es el toque de queda autoimpuesto por la ciudadanía como medida de supervivencia. ¿Pero, cuánto tardará en llegar a nuestra privilegiada Angelópolis el virtual estado de sitio de la vecina Cuernavaca, de la más lejana Matamoros, de la otrora bulliciosa y próspera Ciudad Juárez?
     No podemos sentarnos a esperar que aparezca un mesiánico David. El mítico, el de la Biblia, está ahí precisamente porque fue único y su hazaña es increíble. Los otros David, y las Carmen, los Andrés, las Lourdes, los Cuauhtémoc y muchos, muchos más, cuando enfrentaron solitos y armados con sus hondas al enorme Goliat, simplemente no ganaron. Y quienes apostaron a que una piedrecita solitaria atinaría a dañar un minúsculo punto vital de Goliat, simplemente perdieron.
     Para derrumbar a Goliat, siendo los milagros tan improbables, se necesita un ejército de Davitcles que gritemos en coro: "somos muchos y seremos más"; "el pueblo unido, jamás será vencido"; "no, nos moverán".
     Porque si la discordia entre quienes buscamos vivir en paz y equidad es poderosa aliada de Goliat, también es cierto que la solidaridad puede derrotar al enemigo. Y aquí radica la importancia de aprovechar las oportunidades de solidarizarnos con las causas justas, aunque en apariencia busquen reivindicaciones de otras personas. Porque a menos que todos acojamos las causas de todos como propias, seguiremos inmersos en la injusticia general. Eso es el corazón de la democracia: todos velando por todos; todos procurando el bienestar de todos, y muy especialmente el bienestar y la justicia para quienes históricamente han sido más marginados.
     Tenemos enfrente una oportunidad de oro: la Novena Marcha y jornada Contra la Homofobia, en nuestra ciudad de Puebla.
     Ciertamente cualquier movimiento contra la discriminación podría catalizar nuestra repulsa ante la situación actual y darle forma de solidaridad. Pero la lucha contra la horno- fobia tiene ventajas sobre casi cualquier otro movimiento.
     Lesbianas, gays, y demás grupos de la disidencia sexual constituimos minorías con la ominosa peculiaridad de que en México aún resulta socialmente aceptable discriminamos. Aún más: esta discriminación se legitima, con argumentos falaces, pero sin recato alguno.
     Esto no sucede con otros grupos y personas. En México la discriminación abierta y explícita contra indígenas, personas con discapacidad y otras minorías históricamente subordinadas se ha modificado muy modestamente, pero al menos resulta cada vez menos aceptable hacerlo abiertamente. Sin embargo, los despliegues públicos de homofobia y discriminación hacia gays y lesbianas son práctica común. Entre amigos y en la familia se ridiculiza a las minorías sexuales. Y desde el púlpito y el podio de los gobernantes, desde la tarima del aula y la pantalla de televisión se promueven prejuicios e ignorancia; se degrada a quienes no se ciñen a los patrones de orientación sexual convencionales; se azuza a feligreses, ciudadanos, alumnos y televidentes a hundir a los diferentes en una marginalidad aún peor.
     Por ello, luchar contra la homofobia es tan efectivo. Porque este odio irracional hacia los diferentes engorda abiertamente a Goliat. De ahí que las probabilidades de dañar al gigante sean mejores al luchar contra la homofobia que si enfocamos nuestros esfuerzos en otros cómplices menos conspicuos.
     Las encuestas nacionales entre adultos y adolescentes sobre exclusión evidencian la gravedad y la extensión de la homofobia: uno de cada tres homosexuales reporta haber sufrido acoso por la policía; también uno de cada tres reconoce haber sido objeto de burlas y humillación en la infancia y adolescencia. En congruente contraparte, dos de cada tres adultos no toleraría vivir en la misma casa que un homosexual; y una proporción aún mayor, entre los jóvenes, no apoya los derechos de las minorías sexuales. Además, según el informe preliminar de la Comisión Ciudadana Contra Crímenes de Odio por Homofobia, el número de ejecuciones por homofobia en México podría llegar a 97 al ario; esto significa ocho ejecuciones en el país cada mes, para totalizar 876 en nueve años.
     Todas y todos estamos convocados a marchar en Puebla en contra de la homofobia el 29 de mayo. Todos somos David y ese día nuestras hondas lanzarán una andanada de piedrecitas sencillas, un reclamo primordial: "Que mi derecho a querer, la ley lo haga valer".
     La convocatoria va dirigida primeramente a las propias lesbianas y homosexuales de Puebla y a todos los demás que se identifican como no-heterosexuales. La Novena Marcha es la oportunidad para asumir nuestro papel en la construcción de una Puebla justa, democrática, incluyente.
     Pero la convocatoria se extiende a quienquiera que desee apoyar y promover una sociedad nueva y mejor. Que asistan a marchar quienes son marginados por cualquier condición: maestros, obreros, comerciantes, jóvenes, mujeres, ancianos, personas con discapacidad. Y por supuesto están convocados también quienes en este momento no han sido tocados seriamente por Goliat, pero saben que sin equidad para todos no habrá una Puebla sana ni una sociedad plena.