martes, marzo 27, 2012

¿De quién es la tarea?


Autora: Luz del Carmen Montes Pacheco 
Publicado: e-Consulta, 21 de Marzo de 2012

   Si se busca la palabra tarea en el diccionario de la RAE, hay tres acepciones relacionadas con la tarea escolar: la primera es obra o trabajo; la segunda, trabajo que debe hacerse en un tiempo limitado; y la tercera, ejercicio que se le encarga al alumno. Pero esta última remite a otra palabra usada en lugar de tarea en Cuba y Venezuela, “deber” con un significado que se acerca mucho más a lo que en México se entiende por tarea, dice: ejercicio que, como complemento de lo aprendido en clase, se encarga, para hacerlo fuera de ella, al alumno de los primeros grados de enseñanza.
   Según el citado diccionario, la tarea o deber es para el alumno, que aunque es planteada para ejercitar o fortalecer lo aprendido en clase, culturalmente no es bien aceptada, más bien representa una obligación familiar.
   Para nada es extraño que cuando un niño sale de la escuela y le dice a su mamá que no hay tarea, ella exclame sin recato alguno “¡Qué bien hijo, me da mucho gusto!” Claro, seguramente la profesora antes les dijo a los niños que tendrían la tarde libre porque no habría tarea para el día siguiente. Alegría y libertad están asociados a la falta de tarea; esto es, están asociados a la falta de oportunidad para ejercitar y fortalecer lo aprendido.
Visto así, no es de extrañarse que niñas, niños, adolescentes y adultos jóvenes aborrezcan la tarea. Por tanto, cumplir con ella se vuelve una carga y si no es con la supervisión, y muchas veces con la presión de los padres, los educandos, sobre todo los menores, no la llevan a la escuela.
   Con todo esto, tanto padres como hijos, desarrollan malos hábitos con la entrega de tareas. Ahora muchas madres, y algunos padres también, tienen que llegar a casa para cerciorarse de que sus hijos hagan la tarea y en el peor de los casos, hacerla con ellos. En muchos casos, la realización y entrega de tareas es causa de conflictos en el seno familiar.
Además, la libreta de tareas que originalmente es un recordatorio para que los educandos sepan con precisión qué trabajo tienen que hacer, se ha convertido en un instrumento de supervisión y un instrumento de control en la escuela. Si la libreta no está firmada por los padres, todos tienen tache: el estudiante y los padres.
   Hace mucho tiempo, una profesora de tercer grado de primaria se atrevió a decirles a sus alumnos, que una mamá o un papá que no firma la tarea demuestran que no quieren a sus hijos; entre ellos estaba mi hijo. En la escuela siempre supieron que yo no estaba de acuerdo en firmar la libreta de tareas, mientras mis hijos cursaron la primaria y la secundaria yo solo les preguntaba, al término de la jornada escolar, si necesitaban algo para hacer su tarea (incluida mi asistencia por si tenían dudas); y al final del día, al finalizar mi jornada, preguntaba si habían hecho la tarea. Yo creo que los padres no tenemos que revisar si está bien hecha la tarea, esa es función de la profesora o el profesor.
   ¿Cómo podemos lograr que nuestros hijos desarrollen el sentido y el valor de la responsabilidad si no se los transferimos? ¿Cómo pretendemos que sean estudiantes responsables de su propio aprendizaje? ¿Cómo pretendemos que asuman sus responsabilidades futuras si desde pequeños estamos detrás de ellos?
   El colmo ha sido escuchar a algunos padres con hijos en secundaria y aún en preparatoria que solicitan en la juntas para padres, que se les envíe por correo la tarea que les dejan a sus hijos.
   Los padres debemos acompañar, proveer los insumos necesarios y estar atentos para que nuestros hijos cumplan sus obligaciones escolares; y en caso de no hacerlo, que asuman las consecuencias de una mala nota. Si desde que nuestros hijos son pequeños delegamos esa responsabilidad, conforme crezcan la asumirán de la mejor manera posible.
Por otro lado, los profesores debemos ser cuidadosos para que los trabajos que encargamos a los estudiantes impliquen un reto intelectual acorde al nivel educativo; deben evitarse tareas innecesarias, repetitivas, memorísticas o trabajos que solo consistan en cortar y pegar las ideas de otros. Debe haber mucha claridad tanto para el profesor como para el estudiante del objetivo y la finalidad que tiene cada tarea realizada fuera del aula.
   En la triada educando, profesor/a y padres, es indispensable que se fomenten confianza y responsabilidad de manera compartida. Hacia al estudiante porque es capaz para desempeñar trabajos de manera independiente y exitosa. Hacia al profesor/a porque es capaz de diseñar tareas retadoras, con sentido y ajustadas al nivel de los estudiantes. Hacia los padres porque el acompañamiento y el apoyo no significa suplencia ni desamor.
   Aún en las tareas cotidianas, fuera y dentro de casa, fuera y dentro de la escuela, si queremos educar en y para la libertad debemos confiar en el otro hasta para asumir la consecuencia de sus propios actos. La tarea es para todos, pero cada quien desde su trinchera.

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