lunes, junio 04, 2012

La educación como antifatalidad social: a propósito del #yosoy132


Por: Martín López Calva, datos del autor haz click aquí
Publicado: e-consulta, 29 de mayo de 2012


     “La educación es la única forma que hay de liberar a los hombres del destino, es la antifatalidad por excelencia, lo que se opone a que el hijo del pobre tenga que ser siempre pobre; a que el hijo del ignorante tenga que ser siempre ignorante; la educación es la lucha contra la fatalidad”

     En su discurso de recepción del doctorado honoris causa por la Universidad Simón Bolívar en Venezuela, Fernando Savater plantea esta frase que es sin duda una realidad y al mismo tiempo un gran desafío para los educadores.
     Realidad porque aún con los severos problemas de calidad y de eficacia que se tienen en los sistemas educativos de nuestros países, es cierto que en un buen número de casos individuales, posibles de medirse estadísticamente a través de un adecuado seguimiento de egresados, la educación sigue actuando, con, sin o a pesar de los maestros, como un factor fundamental que libera el potencial de desarrollo de los estudiantes para promover su desarrollo personal y su movilidad social.
     De manera que los niños y jóvenes que pasan por las escuelas y/o las universidades no están condenados fatalmente a continuar siendo como siempre han sido, por lo que el hijo del pobre puede dejar de ser pobre y el hijo del ignorante puede dejar de serlo si aprovecha las herramientas que le brinda su educación.
     Desafío porque es cierto que un sistema educativo de mala calidad como el que desgraciadamente tenemos aún en México, muchas veces sirve solamente como mecanismo de reproducción de los estratos sociales y conserva y aún aumenta la brecha entre los ricos y los pobres, entre los ignorantes y los ilustrados, de manera que puede ser un mecanismo de preservación de la fatalidad.
     Ahora bien, la cita del filósofo vasco puede leerse como una reflexión que habla de lo individual, es decir, la lucha contra la fatalidad que se da en el sistema educativo al formar a cada estudiante capacitándolo adecuadamente para superarse y remontar las condiciones en las que su situación familiar y social lo han colocado desde su nacimiento.
     Una buena educación entendida como antifatalidad, sería entonces la que desarrolla en los estudiantes las competencias adecuadas para su desenvolvimiento eficiente, inteligente y responsable en el contexto laboral al que ingrese después de su etapa de formación escolar.
     Pero esta reflexión también es válida si se lee a nivel estructural y no solamente individual, es decir, si se ve a la educación como un subsistema dentro del sistema social amplio, que puede y debe organizarse y conducirse como un mecanismo de lucha contra la fatalidad de un sistema económico, político, social y cultural injusto, desigual, corrupto, opaco, sin rendición de cuentas, manipulador y autoritario.
     Es muy frecuente caer en el pesimismo de quienes sostienen que la escuela y la universidad no pueden hacer nada para generar conciencia de cambio social en los estudiantes porque la influencia de los medios de comunicación masiva, la publicidad, la manipulación política y todos los demás instrumentos del sistema en que vivimos son invencibles.
     Sin embargo, ante la creciente fuerza y presencia social que está tomando el movimiento autodenominado “#yosoy132” –por su etiqueta en Twitter- que empieza hoy a llamarse también “la primavera mexicana”, es importante hacer conciencia de la fuerza que puede tener la educación como factor de desarrollo de la conciencia crítica de los estudiantes.
     Porque como hemos visto en las últimas semanas y se ha demostrado por parte de sus mismos protagonistas, se trata de un movimiento generado a partir de un hecho concreto ocurrido en una universidad –“el viernes negro de Peña Nieto” en la ibero de México- y convocado y conducido por universitarios de diversas instituciones privadas y públicas del país.
     Si fuese cierto que todos los jóvenes y en general toda la población es manipulada por los medios de comunicación masiva y no hay posibilidades de generar ninguna resistencia crítica ante el sistema global aplastante en que hoy vivimos, este movimiento no se habría generado ni habría crecido y tomado la fuerza que hoy tiene y que parece va a continuar en ascenso.
     Si como afirmaba Gorostiaga, la educación es la profesión de la esperanza, los educadores podemos recuperarla hoy al ver este movimiento y  constatar que la educación sí puede ser la lucha contra la fatalidad social.

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