Autor:
Marisol Aguilar Mier
Publicado:
en lado B, 11 de septiembre de 2012
El
pasado 29 de agosto se publicaron los resultados de ENLACE 2012 y el Secretario
de Educación, José Ángel Córdova Villalobos, habló de los logros educativos del
sexenio. No obstante, valdría la pena recordar de qué se trata esta polémica
prueba de evaluación a gran escala y en qué contexto se ha desarrollado, pues
sin duda, ello ayudará a un mejor análisis de la misma.
ENLACE
(Evaluación Nacional de Logro Académico en Centros Escolares) es una prueba
estandarizada diseñada y aplicada por la Secretaría de Educación Pública (SEP)
que se empleó por vez primera en el 2006 con la finalidad de diagnosticar y
valorar el rendimiento académico de los alumnos, principalmente en relación a
la habilidad lectora y matemática, en función de los programas educativos
establecidos. Se busca generar a partir de ella, un sistema de información
comparable para identificar aspectos que se deben mejorar y fortalecer,
comunicando oportunamente sus resultados.
Sin
embargo, ENLACE tiene, como todo, pros y contras. Para empezar, existen fuertes
cuestionamientos hacia la evaluación a
gran escala pues se considera que no es posible evaluar aprendizajes a través
de un examen de reactivos de opción múltiple, por lo que un buen número de
analistas de la educación afirman que, en el mejor de los casos, lo que estas
pruebas evalúan son la memoria o el buen tino de los alumnos para acertar en
sus respuestas. Por lo tanto, hablar de evaluación de aprendizajes es un
objetivo demasiado ambicioso donde cualquier prueba resultará limitada.
Pero
ENLACE enfrenta un problema aún más grave que se relaciona con la cultura de la
evaluación que tenemos en el país y con la politización de nuestro sistema
educativo, cuyos intereses muchas veces están puestos en temas ajenos a la
calidad y al aprendizaje. Y es que la evaluación resulta siempre un tema
delicado que genera una gran cantidad de reacciones, miedos, fobias, vicios y malas
prácticas, cuando su verdadera finalidad debiera ser la retroalimentación para
la mejora continua. Sin embargo, dada
la expansión que en la última década han tenido las evaluaciones a gran escala,
propias de la “era de la examinación”, ésta pesa y mucho. Especialmente cuando
se destinan fondos para “recompensar” a las escuelas y a los docentes cuyos
alumnos obtienen los mejores resultados y cuando se ha convertido en un
componente esencial para la evaluación universal del profesorado. Y ya hemos
podido ver sus consecuencias: maestros ocupando las plazas manifestando su
rechazo, paros, entrenamientos especiales para responder la prueba, robo de
exámenes para su posterior venta, secuestro del material evaluativo para
bloquear su aplicación e inclusive, docentes irrumpiendo en las aulas violentamente
para arrebatarles la prueba a los alumnos que intentaban responderla. ¿En qué
nos benefician estas reprochables conductas?
Con lo anterior queda más que clara la necesidad de
reformas significativas en la estructura y organización del magisterio y
además, la importancia de focalizar las condiciones de desigualdad y pobreza que
no permiten la aplicación equitativa de la prueba. Por ello, no es de extrañar
que en los resultados del 2012, sean de nueva cuenta las instituciones privadas
las que obtienen los mejores resultados, y sean además, las poblaciones más
rezagadas las que por contraste, se encuentran en los últimos sitios.
En respuesta a lo anterior, Mario Rueda (presidente del Instituto Nacional para la Evaluación
de la Educación), considera que hay un “amplio déficit” educativo ya que la mayor
parte de los estudiantes obtuvieron resultados elementales o insuficientes. Por
ejemplo, a nivel nacional y en promedio, el 80% de los alumnos de tercero de
secundaria tienen resultados elementales o insuficientes en las áreas de
matemáticas y español; y el 74. 5%, el mismo nivel de insuficiencia en
ciencias.
Y aunque en el discurso del Secretario de
la SEP se escucharon frases como “gran triunfo”, “superamos metas” ó “avance
histórico”, no hay que olvidar que aún hay mucho por hacer porque los
resultados siguen siendo insatisfactorios. Hay varias inconsistencias para asegurar
la calidad de los datos y las condiciones de aplicación de ENLACE. Todavía falta
mucho para generar un clima propicio para la evaluación y aún es preciso
mejorar cuestiones de tipo técnico y metodológico para contar con información
más útil y pertinente. Falta también aprender a leer y a ir más allá de los
resultados para encontrar nuevo sentido a esta prueba mediante un análisis de
su contenido y estructura pedagógica. Falta muchísimo todavía, para que dichos
resultados efectivamente desemboquen en políticas públicas y en cambios de
fondo y no sólo de forma.
No obstante, también hay que reconocer que
este tipo de ejercicios han puesto en la mesa la importancia de la evaluación
educativa, contribuyendo al debate y discusión de temas fundamentales para nuestro
país y permitiendo a la sociedad civil participar de manera más directa en las
decisiones sobre la educación. Además, no resulta pequeño el enorme esfuerzo de
innumerables personas para lograr que cada año se impriman cerca de 160
millones de hojas, se empaquen en más un millón de cajas para entregarlas a más
de 785 mil grupos de más de 147 mil escuelas de básica y media superior. Adicionalmente,
hay detrás un equipo de pedagogos, académicos y
especialistas que han contribuido en el diseño, instrumentación, aplicación y
recopilación de la prueba, así como en la construcción de un sistema de
información que antes no teníamos.
Para finalizar, podríamos decir que a pesar
de sus luces y sombras, ENLACE, como toda prueba, es limitada y aún muy joven
para descalificarla o alabarla. Los retos son grandes, pero cuando menos, ha
iniciado el camino de la evaluación.
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