martes, septiembre 18, 2012

¿Qué significa ser profesor en una universidad jesuita?


Autor: Carlos Augusto Audirac Camarena
Publicado: La Primera de Puebla, 12 septiembre de 2012

     Durante el verano atendí esta temática en la IBERO Puebla como
parte de los programas de formación de la Institución para el
personal docente. En esta ocasión hubo un énfasis en la vida y
obra de San Ignacio y en la influencia que han tenido los
Ejercicios Espirituales en la pedagogía de las instituciones
educativas confiadas a la Compañía de Jesús.
     Lo anterior me resultó interesante porque estuvo
contextualizado alrededor de “La promoción de la justicia:
factor integrador de todos nuestros ministerios”. Esta manera de
presentar una propuesta educativa se enmarca en la forma como
se recomienda ser profesor en una universidad jesuita. Primer
elemento: referirse a un contexto y un segundo elemento: cuál
referente de la Filosofía Educativa o de las preocupaciones
cotidianas y estratégicas, debe tomarse en cuenta al desarrollar
el curso que se nos ha asignado. Desde el momento que
aprendemos a “leer” una propuesta de una asignatura, es posible
darnos cuenta si está diseñada desde un punto de vista de
nuestra pedagogía.
     He notado en los años que colaboro con el proyecto
universitario de la IBERO Puebla, y cada vez que estudio un
nuevo documento sobre la vida y obra de Ignacio de Loyola, que
encuentro elementos prácticos por ser considerados y derivar
de ellos nuevas estrategias para el diseño e impartición de mis
cursos. Esta ocasión me permitió reflexionar acerca de la
vocación de servicio del profesor. Una vocación por el progreso
del estudiante ante las múltiples posibilidades que se le
presentan, sobre todo en una época de su vida distinguida por la
inestabilidad creativa, el infinito deseo de alcanzar metas
individuales, o la indiferencia por el futuro “productivo”, del
paradigma económico para el que lo prepara la universidad en
general.
     En múltiples exposiciones, conferencias o textos, he identificado
un modelo para entender la vida y obra de San Ignacio. Los
componentes de este modelo de análisis son: datos biográficos;
contexto histórico, económico, geográfico, cultural; grupo
cercano durante su vida; a quién dirigió su propuesta; cuál era
su propuesta o mensaje; cuáles fueron los resultados o impactos
de su vida; porqué es actual. Considero que una manera de
presentar así a San Ignacio a los profesores y estudiantes hace
que se comprenda mejor su presencia en nuestra Universidad.
     Otro aspecto que llamó mi atención de las lecturas asignada para
este seminario, es la permanente preocupación por el cambio en
el mensaje de Pedro Arrupe, SJ. Un mensaje que se puede leer
desde los primeros días de los fundadores de la Compañía. Como
estudioso del cambio organizacional, considero digno de atender
la filosofía qué está detrás de esta dinámica de renovación y de
adaptación a los desafíos que se van presentando
cotidianamente, ya sea como institución en su conjunto o como
individuo en nuestro papel docente. ¿Qué cambia? El propio
estudiante y sus expectativas respecto a qué significa ser
universitario; los para qué de la formación profesional; las
estrategias y tecnologías educativas; los propios contenidos del
campo profesional. ¿Qué permanece? Los dinamismos del
estudiante como persona; el deseo de formar hombres y mujeres
para la comunidad; el dar lo mejor para el proceso de
acompañamiento.
     ¿Cuál es el reto entonces para nosotros como profesores de una
universidad jesuita? La respuesta será un balance entre los
referentes que den sentido a nuestro trabajo y la adaptación al
mundo contemporáneo que nos toca vivir. Ejercer la práctica
docente bajo el paradigma ignaciano va moldeando la manera
como nos acercamos a nuestros estudiantes, la forma como
desarrollamos desde una clase hasta el curso completo, la
intención que le damos a los procesos de evaluación e inclusive
lo que hacemos al despedirnos al final del semestre. Me hizo
reflexionar este seminario, que esto debe ser un proceso que se
va interiorizando y que al final genera una forma natural de
encarar el proceso educativo al estilo jesuita.
     Un profesor con este estilo de docencia pone atención en
convertirse en acompañante y tutor de sus estudiantes,
cuestionándolos cuando es preciso e impulsándolos cuando
observa inquietudes en su proceso educativo.
     Como una especie de conclusión, es relevante hacer este
ejercicio de sistematización de nuestra práctica docente a la luz
de la pedagogía ignaciana y de la filosofía que la Compañía
propone para sus obras educativas. Es preciso también identificar
la problemática que mueve las acciones en una época y en la
región en que nos ubicamos como plantel.
     Las situaciones de nuestros estudiantes cambian. Somos testigos
que los alumnos que tuvimos hace 30 años que nació la IBERO
Puebla, no son los que nos toca acompañar este 2012. Debemos
los profesores movernos en la misma dirección, pero con un
punto de vista que oriente y mantenga una formación en valores,
en esperanza y en confianza de un futuro siempre positivo.
     Habrá una demanda permanente para los integrantes de la
Compañía de Jesús que han decidido trabajar en las
universidades, por darse el tiempo de acompañar a los laicos en
este tipo de ejercicios y mantener fresco el mensaje de su
fundador, siguiendo las recomendaciones de adaptación,
contextualización, renovación y transmisión de los fundamentos
de su filosofía de vida y educativa.











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