jueves, mayo 09, 2013

Cuando las cosas no salen como queremos


Autor: Alexis Vera,datos del datos haz clic aquí
Publicado: Puebla on Line, 02 de mayo de 2013

     Aunque no siempre tengamos objetivos claros en nuestra vida, lo cierto es que todos anhelamos algo. Anhelamos quizás comprar una casa o cambiar la actual por otra más adecuada; tal vez anhelamos un mejor trabajo o una mejor relación de pareja; quizás queremos tener una mejor comunicación con aquel hijo que entró ya en la adolescencia; o quizás anhelamos simplemente ser más felices de lo que ahora somos. Lo cierto es que, a pesar de desearlo, las cosas no siempre salen como quisiéramos. Es más, difícilmente salen como uno prevé. Sin embargo, como dicen los Rolling Stones en una canción, “no siempre puedes obtener lo que quieres, pero si lo intentas, obtienes lo que necesitas”.
     La vida es un fenómeno extraordinariamente complejo pero simple a la vez. Contradicciones como esta abundan en la existencia y creo que ahí radica el gran truco de la vida: manejar las contradicciones, manejar su complejidad y simpleza. No siempre obtenemos lo que deseamos porque no siempre están bajo nuestro control todas las variables que intervienen en un evento o fenómeno. Hay que identificar qué sí está en nuestro control y qué no. Me parece que casi siempre la mayor parte de las variables no son controladas por uno; la mayoría está fuera de nuestras manos. Querer controlarlo todo es como querer controlar el oleaje de los océanos. Sin embargo, existen variables sobre las que sí tenemos influencia y es sobre ellas que conviene actuar y concentrarse, no sobre las que están fuera de nuestras manos. Luego entonces, un primer paso es identificar lo que sí podemos cambiar para sobre ello actuar y no estresarnos con el resto que no está en nuestro ámbito de influencia. Hay que aprender a soltar y no engancharnos con aquello que está fuera de nuestro círculo de poder porque si no, gastamos energía valiosísima que podríamos emplear sobre aquello que sí podemos cambiar. Soltar es un tema de libertad interior, esa joya rara que a veces habita los seres humanos; soltar es un tema de desapego, de sana indiferencia, como dicen mis amigos jesuitas.
     Cuando las cosas no salen como esperábamos no deberíamos frustrarnos tanto porque sólo estaríamos alimentando o fortaleciendo esas cadenas que nos atan a determinados resultados que deseamos, y eso se puede traducir fácilmente en amargura o infelicidad. No se trata de conformismo, tampoco de mediocridad, se trata de hacer más llevadera nuestra existencia aceptando que no somos dioses como para controlar todo lo que nos ocurre. Además, creo que la vida no sería tan bonita si todo fuese  predecible al cien por ciento; hay algo de magia en la espontaneidad, en lo desconocido, en lo inesperado.
     Cuando las cosas no salen como esperábamos es bueno fijarse en las nuevas posibilidades que se abren con los resultados obtenidos y no prestar tanta atención a lo perdido. Conviene revisar resultados, entendiendo porqué no salieron bien, pero no para flagelarnos sino para ver nuevos horizontes y aprender de los errores. En Francia alguna vez escuché que decían en un café: “se cierra una puerta pero se abren diez”. ¿Qué puerta se me cerró con este resultado? ¿Cuáles se me abren? ¿Cómo las voy a aprovechar?
     Cuando las cosas no salen como esperábamos es bueno ponerlas en perspectiva y darse cuenta que sólo se trata de un minúsculo resultado en el océano de eventos que componen nuestras vidas. Azotarnos por un pequeño resultado no tiene mucho de positivo. Lo mismo pasa con nuestros logros: tampoco hay que creérnoslos como si lo fueran todo. La realidad es que somos una maravillosa mezcla de sabores dulces y amargos, éxitos y fracasos, amores y desamores… pero eso es lo que, desde mi perspectiva, hace grande nuestra existencia; es lo que la moldea y hace madurar; es lo que la hace hermosa.
     Bill Gates, creador y presidente vitalicio de Microsoft, alguna vez dijo: “El éxito es un mal maestro. Seduce gente inteligente a pensar que no pueden perder”. En efecto, creo que no es cuestión de si vamos o no a perder, es un hecho que algún día nos tocará perder, el chiste es saber cómo actuar y reponernos cuando eso suceda. ¿Nos vamos a derrumbar o vamos a encontrarle sentido? Cada fracaso es una oportunidad para crear, reinventar, vislumbrar mejores posibilidades y actuar para capitalizar los “malos” resultados. Es, en efecto, una oportunidad para aprender, crecer y, por lo tanto, celebrar y disfrutar. Pero hay que encontrar la lección a aprender, de lo contrario no hay disfrute y las nuevas oportunidades encogen rápidamente si no aprendemos la lección que el caso nos dejó. Mi blog: http://veraalexis.wordpress.com Twitter: @veraalexis

1 comentario:

Anónimo dijo...

Es verdad, dicen que debemos aprender a vivir con lo que tenemos, claro sin caer en el conformismo;yo creo en Dios y en las lecciones que nos puede dar la vida, asi que eso que anhelamos puede llegar pero solo Dios sabe cuando es el momento oportuno; porque quiza aún no estemos preparados.