jueves, mayo 09, 2013

De víctima o protagonista


Autora:  Rocío Barragán de la Parra
Publicado: en lado B, 7 de mayo de 2013

     Una de las situaciones más complejas en las relaciones humanas es comprender y asumir la responsabilidad que tenemos sobre las decisiones que tomamos. Relacionarnos con los otros y con la realidad no es una tarea sencilla, sin embargo cuando estamos conscientes de este proceso podemos disponernos para iniciar un camino muy valioso en el crecimiento humano: ser protagonistas de nuestra vida.
     El ambiente en el que nos desarrollamos, las personas que nos rodean, el lugar donde estudiamos; la cultura, costumbres y manera en que convivimos familiar y socialmente son determinantes al moldear el modo en que capturamos e interpretamos nuestra realidad; instalando en nuestra conducta una de ambas posturas: víctima o protagonista.
     Quien asume sus acciones y decisiones desde la posición de víctima lo hace desde sus emociones, suposiciones e interpretación de la realidad, sufre de miopía o incapacidad para aceptar su responsabilidad ya que ésta es ajena a su campo de acción. Considera que los otros, el ambiente o las circunstancias son las causantes de lo ocurrido y no es capaz de observar(se) y mucho menos de identificar su responsabilidad.
     Quien se adjudica el rol de víctima en sus relaciones (consigo mismo o con los demás), suele mostrar una conducta más bien inquisitiva/inquisidora y de sufrimiento con respecto a los hechos, busca que le compadezcan y que los otros resuelvan lo que dejó de ver, hacer o decidir. Se percibe como mártir, sacrificado, atormentado, herido o damnificado.
     Generalmente se expresa a través de  frases como "me pasó, me lastimó, me afectó, me hizo o me hizo sentir que", delega al otro la capacidad de generarle sentimientos o emociones que él es incapaz de controlar; “ si no fuera por A yo tendría B, las circunstancias no me permitieron llegar, la empresa no me permite crecer, no me dio tiempo para hacer, las ocupaciones me agobian” de manera que son otras personas, factores o situaciones las que le impiden cumplir  sus objetivos.
     Esta posición suele ser más dañina de lo que se piensa,  no sólo genera emociones negativas que se albergan en la conducta y se disparan peligrosamente sin control; también determinan un sistema de creencias limitantes que reduce y/o cancela oportunidades de crecimiento personal, profesional, familiar y social; limita el desarrollo e instala una riesgosa “zona de confort” de la que difícilmente saldremos.
     La posición de protagonista o de hacerse responsable se manifiesta de manera diferente, una persona comprometida consigo atiende y entiende las consecuencias de lo que dice y hace; sabe darle sentido a sus acciones (identificar el para qué hace lo que hace), vislumbra el impacto de aquello que decide hacer/no hacer; prevé escenarios y evalúa consecuencias. La actitud protagonista permite analizar los hechos de manera más objetiva, asumir las consecuencias y reconocer las implicaciones.
     La persona que se hace responsable de sus decisiones muestra abierta disposición para enmendar y corregir; se expresa a través de frases como “enfrenté el desafío, elegí hacerlo, es consecuencia de mi decisión, me siento mal/me enfado cuando, estoy administrando mal mi  tiempo, soy capaz de alcanzar mejores resultados, debo enmendar/ minimizar el daño, con esta experiencia aprendí que, o me doy cuenta que…"
Ser responsable o protagonista resulta una posición liberadora, porque además de impulsar el aprendizaje en cada experiencia, promueve un ejercicio de autoevaluación y reflexión constante que fortalece la personalidad y el crecimiento interior; permite transformar las creencias limitantes en potencializadoras y abre la oportunidad de disfrutar nuevos escenarios de convivencia y crecimiento con uno mismo y con quienes nos rodean.
     Cuando cada quien se hace responsable por lo que dice o hace, las situaciones adversas se convierten en una fuente de oportunidades que templan el carácter y las relaciones; ser protagonista supone así una actitud sanadora que concilia, fortalece, integra y alinea la percepción de uno mismo con la de los otros; hay congruencia entre lo que se dice, se piensa y se actúa.
     Un protagonista antes de intervenir, es capaz de discernir y comprender para entonces actuar responsablemente, es decir, tiene la capacidad para asumir  y aprender de las consecuencias; transforma sus vivencias en experiencias en un sólido camino a la madurez intelectual y emocional, la gran pregunta  entonces es cómo nos asumimos ¿víctimas o protagonistas de nuestra vida?.

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