lunes, junio 17, 2013

No es fácil ser profesor universitario

Autora: Luz del Carmen Montes Pacheco
Publicado: Puebla on Line, 04 de junio de 2013

     Unos de los rumores más fuertes en educación superior es que los profesionistas que dan clases, lo hacen porque no encuentran un trabajo pertinente a su campo o un trabajo mejor; al fin, cualquiera con un título universitario puede dar clases.
     Creo que cuando se estudia una licenciatura que no está relacionada con la pedagogía o la educación, no se tiene en el horizonte la idea de ser profesor. Para la gran mayoría, el inicio en la docencia universitaria es una opción laboral; pero no solo es eso, hay una cierta inclinación que hace pensar que es posible desempeñarse como profesor; y con el paso del tiempo, la práctica docente le atrapa.
     Y cuando la docencia atrapa, se complica, deja de ser una opción laboral y se comienza a convertir en una vocación. Se pasa de la preocupación por dominar y transmitir contenidos a preocuparse por el aprendizaje y el interés de los estudiantes. Surgen las preguntas: ¿cómo mantengo a los estudiantes no solo atentos sino interesados? ¿Cómo hago para que lean más y mejoren su ortografía y su redacción? ¿Cómo hago para que dominen los conceptos y las técnicas de mi materia y no solo lo repitan? ¿Cómo paso de la calificación a la evaluación? ¿Cómo hago para que ellos me perciban exigente y no intransigente? ¿Cómo logro que sean más activos, más responsables?
Los “cómos” son recurrentes y no se tienen la preparación didáctico-pedagógica para enfrentarlos. Entonces lo más natural es buscar cursos de capacitación, que muchas veces están al alcance de la mano, en la misma institución en la que se labora. Sin embargo, aunque se tomen muchos cursos de formación docente, la preparación no basta, hay que poner en práctica lo que se aprende. La comprensión del proceso de enseñanza-aprendizaje y los aspectos relacionados con él ayuda mucho, pero comprender no basta.
     Hay que planificar de manera diferente. Normalmente cuando un profesor planea su clase piensa en lo que hace él, en los temas que hay que preparar y en las herramientas o materiales que va a usar. Si se quiere cambiar, mejor hay que pensar en lo que tienen que hacer los estudiantes en el aula y fuera del aula para lograr los objetivos de aprendizaje formulados para su asignatura;  hay que seleccionar o diseñar el mayor número de actividades posible, con las que los estudiantes pongan en juego un conjunto de habilidades, conocimientos, actitudes y valores; hay que pensar en escenarios o contextos de aprendizaje vinculados a las disciplinas que alimentan la licenciatura en cuestión (para que haya aprendizaje significativo y situado); hay que cambiar la manera de evaluar, haciendo un esfuerzo por reconocer cuándo es necesaria la memorización y cómo se pueden calificar y evaluar productos de aprendizaje completos y complejos para olvidar lo más posible los exámenes de respuesta única; hay que ajustar la ayuda de acuerdo con las diferencias de los estudiantes; hay que usar estrategias de aprendizaje individual, grupal y en equipo; hay que usar las tecnologías de información y comunicación para que el estudiante interactúe con ellas y no solo reciba información de ellas. Y todavía más…
Un profesor comprometido con su labor, debe actualizarse en los temas de su disciplina y en aspectos educativos; tiene que probar continuamente nuevas estrategias de aprendizaje; tiene que aprender a reconocer cuándo está fallando y sus posibles áreas de mejora; debe ser capaz de aprender de sus estudiantes y de reconocer que no lo sabe todo; debe ser un guía que oriente, que acompañe, que comprenda pero que a la vez sea firme y sepa establecer límites claros, que exija mucho pero que dé lo mismo o más que  lo que está pidiendo; debe desarrollar en alto grado sus habilidades comunicativas para que los estudiantes comprendan lo que tienen que hacer, lo que lograrán con ello y lo que aprenderán. Y todavía más…
     Todo eso tiene que ser y hacer un profesor, para un curso con 5, con 10 o con 30 estudiantes, para un curso presencial o a distancia; en un curso muy temprano, después de la comida o en la noche, con estudiantes de primeros o de últimos semestres, a veces con  estudiantes de diferentes licenciaturas en un mismo grupo; y con otras variantes.
     La cereza del pastel, es que idealmente, un profesor que quiere mejorar día con día, curso tras curso, semestre a semestre, reflexiona sistemáticamente sobre su propia práctica; para lo que sirve llevar una bitácora y elaborar un portafolios de evidencias suyas y de sus estudiantes. Y si esta reflexión la puede compartir con sus compañeros docentes en un trabajo de academia, se logra un pastel de triple chocolate.
     En realidad hay “de todo hay en la viña del Señor”, pero nunca está de más tener un horizonte que oriente la manera en la que podemos mejorar.


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