lunes, junio 17, 2013

Tan similar, tan diferente. En los cincuenta años de Pacem in terris

Autor:José Rafael de Regil Vélez, Datos del autor, haz click aquí
Publicado: Síntesis Tlaxcala, 11 de junio de 2013

     En abril de 1963 Angello Roncalli –conocido también como Juan XXIII- dirigió a todos los obispos, fieles católicos y –como suelen decir los pontífices- a las personas de buena voluntad un carta solemne sobre la paz en el mundo, cuyo nombre es Pacem in terris.
         Hace cincuenta años tan solo la situación mundial era totalmente otra. El mundo había emergido de dos guerras mundiales que habían dejado como saldo no solo muerte y destrucción sino el cuestionamiento del fundamento mismo del orden social y del orden internacional. La anhelada paz de la posguerra no terminaba de acontecer, pues la polarización de los países en dos grandes bloques provocó una situación de incertidumbre permanente que fue denominada guerra fría.
         La paz –legítima aspiración humana- parecía no llegar y la pregunta obligada entonces era: ¿cómo hacer para que una forma de vivir pacífica se vuelva norma y no excepción?
         El entonces octogenario líder de la iglesia católica –quien moriría un par de meses más tarde- se lanzó a la arena pública sin mayor trámite: cuidando la forma en la que las mujeres y los hombres nos relacionamos entre nosotros, con las autoridades y entre naciones.
         Para el primer caso sin dudar afirma que la relación entre las personas tiene que estar mediada necesariamente por la observancia de los derechos humanos y los deberes que implican consecuentemente.
         El derecho a la existencia y un nivel decoroso de forma de vida, a la expresión, al trabajo y la actividad económica que permita el sustento, a participar en la vida pública, a opinar, a transitar son la base de una forma de convivir que no depende de los intereses de ningún estado o ente abstracto y racional, sino de la dignidad de la persona misma. Podríamos decir que velar por los derechos humanos y actuar en consecuencia es la forma de vivir la paz.
         Pero no basta. Es necesario que la convivencia política conduzca a la paz se requiere que sea conducida bajo cuatro grandes fundamentos: verdad, justicia, amor y libertad. A partir de estos se orquesta la relación con las autoridades, cuya existencia es debida a la procura de condiciones para que las personas puedan vivir dignamente, participando de la vida pública, articulando su existencia cotidiana mediante el ejercicio representativo en distintos poderes que devienen del involucramiento de las personas en el ejercicio de la política.
         Relaciones humanas basadas en el respeto, la promoción y la acción basada en derechos humanos; relaciones entre las personas y las autoridades que permitan la participación política jurídicamente estable; relaciones entre países basadas en la justicia y la promoción de las posibilidades serían, a decir del papa Roncalli, las bases para una vida en paz, que es sinónimo de una existencia que procura la dignidad las personas, único punto de referencia real para la existencia propiamente humana.
         Hoy el mundo es diferente, pero siguen pendientes las cuentas con las mujeres y los hombres que viven en la inseguridad, carentes de condiciones de vida que permitan afrontar todas sus necesidades humanas, con gobiernos que toman decisiones en favor de pocos y en detrimento de la mayoría; con una gran crisis de desarrollo sustentable, de insolidaridad entre naciones. En nuestro contexto la invitación a la paz. Nuestro presente es tan similar y tan diferente a 1963, pero el llamado a construir la paz con la persona al centro de nuestro esfuerzo político sigue siendo vigente.


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