viernes, septiembre 06, 2013

Orientar para la vida

Autor: José Rafael de Regil Vélez 
Publicado: Síntesis Tlaxcala, 14 de agosto de 2013
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     En una reunión de un grupo de estudiantes con madres de hijos tlaxcaltecas migrantes, Doña Lupe (le cambié el nombre para conservar su anonimato) expresó a sus interlocutores la profunda decepción que ella como madre había tenido con el sistema educativo mexicano y las oportunidades laborales para sus egresados. Resulta que ella con mucho esfuerzo y realizando trabajo doméstico, venta de antojitos y cuanta actividad económica pudiera abordar dio estudios a sus tres hijos. Todos ellos son ahora ingenieros y sus títulos cuelgan de la pared de la casa.
     Cada uno de ellos al egresar de la máxima casa de estudios buscó trabajo acorde a su profesión. Dos lograron acomodarse como obreros en una fábrica, con la promesa de que al paso del tiempo podrían desempeñar actividades de ingenieros. Otro no consiguió nada en su área de formación profesional durante tres años. Los sueldos que consiguieron no eran para nada cercano a los que se podría suponer y la frustración mucha; tanto que un día decidieron arriesgar juntos yéndose al otro lado.
Hoy son jardineros. Ninguno ejerce la profesión que estudió pero tienen mejor ingreso y nivel de vida que el que les fue prometido cuando se les dijo socialmente: "estudia, para que seas alguien en la vida".
      Cada año los niños y jóvenes se enfrentan a un gran lugar común de nuestra sociedad: hay que estudiar para ser alguien en la vida, con el supuesto de que concluir la licenciatura permitirá escalar social y económicamente. La presión es grande. Se da por supuesto que la universidad es la llave de la puerta de las mil fortunas.
Pero eso no es necesariamente verdadero. Hay casos en que las licenciaturas desde su diseño mismo no son sino carreras técnicas disfrazadas. Carecen de sustento teórico serio, amplio, transdisciplinar. La actividad que realizarán sus egresados podría ser igualmente desempeñada por alguien que hubiese atendido a las clases de una carrera realizada durante el mismo bachillerato o en la formación de profesional técnico.
     Hay algo más profundo que considerar: el sentido mismo de la formación. Esta es un proceso de acompañamiento para que alguien se vuelva desde temprano una persona competente para sumarse a la construcción de quien es y del mundo que le tocó vivir. Mujeres y hombres cabales, capaces de empeñar su vida en la generación de un mundo más y humano. Si lo son así, seguramente serán capaces de generar actividades «de bien», de inventar las ocupaciones que necesite su entorno.
     Las instituciones formativas deberían apostar más que a orientar para elegir carrera y mandar a todos los jóvenes a una licenciatura a ayudar a que las personas se conozcan a sí mismas en su relación con los demás y el mundo para que a partir de ello diseñen la vida que quieran vivir, universitarios o no.

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