lunes, septiembre 23, 2013

Primero YO

Autora: Rocío Barragán de la Parra*
Publicado: en lado B, 03 de septiembre de 2013

“Lo más doloroso en la vida es perderte a ti mismo en el proceso de valorar demasiado a alguien”, leer esta frase me hizo reflexionar en todo lo que perdemos cuando nos olvidamos de nosotros mismos y me parece que este trastorno tiene su origen en nuestra propia naturaleza humana, pero también social.
Los humanos somos seres eminentemente sociales y al relacionarnos con otras personas vamos conformando un sistema de valores, creencias y afectos; ello determina en gran medida la manera en que nos vinculamos con el entorno y con nuestros semejantes, de manera que, si nuestras relaciones son sanas y asertivas, entonces la convivencia nos permite crecer como personas, nos socializa y sensibiliza, nos permiten aprender, crecer y trascender.
Expresarlo es cosa sencilla,  sin embargo vincularnos con nosotros mismos o con los demás suele ser complejo, porque no siempre estamos habilitados para  generar relaciones sanas que fortalezcan nuestro andar.
Una de las problemáticas más severas que enfrentamos en las relaciones humanas es sin duda la codependencia que se genera cuando establecemos un vínculo insano que contamina y daña nuestra convivencia. Establecer una relación de estas características es muy fácil y más común de lo que imaginamos ya que solemos generarlas en los núcleos medulares: la familia, la pareja y los amigos, con quienes  nos vinculamos de tres modos diferentes:
Vinculación afectiva adecuada: Amor sano, fundamentado en el respeto, la honestidad, la preocupación genuina por el otro y que se expresa básicamente en el dar y recibir; una relación de interdependencia.
Desvinculación afectiva exagerada: Cuando las personas son incapaces de establecer lazos, de manera que su comportamiento suele ser frío, distante y hostil.
Vinculación afectiva exagerada o dependencia emocional: Lazo desvirtuado por la excesiva necesidad de afecto y  confundido o asociado comúnmente con el cariño o el amor; constituye el polo opuesto de la desvinculación, sin embargo ambas conductas son dañinas y perjudiciales en una relación. Se manifiestan con diferentes síntomas que dificultan su diagnóstico y suelen identificarse comúnmente a través de la depresión, los trastornos obsesivos y los síndromes desadaptativos.
La codependencia es un desorden en la conducta  generado cuando nuestro sistema de valores y creencias no está apuntalado, o se ha vivido un evento traumático que genera la ausencia de autoridad y afecto en nosotros mismos, ello provoca la necesidad de que otros validen lo que creemos que somos, necesitamos y queremos.
Generalmente se nos enseñan a conducirnos con falsa modestia y humildad, por lo que crecemos con la falsa creencia de que valorarnos puede ser sinónimo de arrogancia o presuntuosidad, cuando de lo que se trata es de identificar nuestros talentos y habilidades para que a partir de ellos podamos reconocer procesos clave como la elección profesional, aficiones, gustos y valores, sino también ser capaces de identificar la virtud que tenemos como sujetos únicos e irrepetibles y entonces caminar en la vida con la seguridad de nuestra imperfección, pero buscando la plenitud y la perfectibilidad.
Al igual que el alcoholismo y las sustancias tóxicas, la codependencia es considerada una adicción, quien la padece suele no reconocerla y tampoco sabe cómo resolverla; suele minimizarse evadiendo así la realidad. Implica vivir en estados  permanentes de miedo, angustia,  depresión, y desolación que en casos extremos pueden llevar al suicidio.
Algunos de los síntomas que permiten identificar si vivimos alguna relación de este tipo son:
Niveles  inferiores o superiores de autoestima (depresión o euforia).
Problemas para establecer límites en las responsabilidades de la relación.
Valorar las relaciones a través del comentario de los otros.
Confundir lo que se necesita con lo que desea, maximizar o minimizar lo que se piensa y  siente.
Reaccionar exageradamente a los estímulos externos con actitudes fatalistas o idealistas.
Asumirse como responsable de lo que a otros les pasa, por lo que piensan, sienten o desean.
Negar  o evadir lo que les ocurre, especialmente los problemas y su realidad.
Pueden comprometerlo todo: sus valores, su salud, sus recursos, su trabajo e incluso su vida.
Fácilmente sienten miedo, angustia, desesperación, enojo y buscan desesperadamente ser aprobados y reconocidos
Al igual que cualquier adicción, superar la codependencia implica un proceso largo y comprometido con uno mismo, exige primero el autoconocimiento y la autoaceptación, para reconocer que nadie puede darnos, ni arrebatarnos el amor, la felicidad, y el bienestar que nosotros mismos debemos prodigarnos. Se trata pues de emprender el camino hacia nosotros mismos, (no sentirse solos, sino saber estar solos) para después vincularnos sanamente con y para los otros, de este modo la manera en la que puedes empezar a cambiar tu vida para siempre se resume en  dos palabras: “Primero YO”.




*Está pendiente la publicación en E-Consulta del artículo de la Dra. Laura A. Bárcenas Pozos.





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