miércoles, noviembre 06, 2013

Enseñar a decidir

Autora: Angélica Bárcenas Pozos datos del autor haz click aquí
Publicado: e-consulta, 30 de octubre de 2013


    Cada vez que pienso o leo o participo en un seminario en el que se habla de cómo los seres humanos tomamos decisiones, me doy cuenta que el asunto es una cosa muy delicada. Primero porque deberíamos reunir datos suficientes sobre lo que se va a decidir.     Se debería uno preguntar si esos datos que se tienen son los que se necesitan para tomar la decisión, en base a esos datos prever posibles consecuencias y al hacer esto revisar en esas consecuencias quién o quiénes podrían verse afectados. Mientras sucede esa reflexión se debería estar pensando si se tienen los datos suficientes y si se da uno cuenta que faltan, se deben buscar para tener un mayor número de elementos que hagan más posible que la decisión sea la correcta. Todo esto es un proceso racional.
     Sin embargo hay autores que aseguran que cuando los seres humanos decidimos nos dejamos llevar primordialmente por nuestras emociones, por lo que nos hará sentir bien a nosotros mismos, si beneficiamos a otros está bien, pero primero que me vea beneficiado yo. Y eso cuando nos va bien, porque la mayoría de las veces tomamos decisiones importantes para nuestra vida sin reflexionar suficientemente sobre las opciones que se tienen y tampoco pensamos en sus posibles efectos. En pocas palabras no somos educados para tomar decisiones.
     Así que los padres van tomando las decisiones de sus hijos mientras estos son pequeños, pero no les enseñan a decidir, a equivocarse, a ser responsable de las consecuencias de esas decisiones. Cuando estos pequeños llegan a la adolescencia y buscan cierta independencia de los padres, empiezan los conflictos porque los progenitores pretenden seguir tomando decisiones por ellos, y lo jóvenes buscan empezar a tomarlas, pero sin plena consciencia de lo que eso implica.
     Este es un buen momento para enseñarles a decidir y a asumir las consecuencias de los que deciden, pues de acuerdo a la Encuesta Nacional de la Juventud, entre los 13 y los 18 años los jóvenes se enfrentan a los primeros "sís" que podrían determinar el resto de su vida… el(la) primer(a) novio(a), el primer beso, la primera relación sexual; el primer cigarro, la primera copa, la primera tacha. Si los jóvenes deciden responsablemente frente a esto tendrán posibilidades de tener vidas más sanas biológica y psicológicamente en el futuro.
     Así que aquí dejo unas recomendaciones para padres, tíos, abuelos y profesores (es decir, todos los adultos que tienen a su cargo la formación de adolescentes, considerando que hoy hay muchos tipos de familias). Primero, prohibirles poco y dejar canales de comunicación abiertos, es decir establecer confianza en la relación con ellos. Esto no significa que el adulto y el adolescente se vuelvan amigos, el adulto siempre tiene que ser la autoridad pero eso no significa que no haya una relación de confianza. La confianza es necesaria para que el adolescente pueda decir cuáles son sus inquietudes, temores, dudas y hasta sus certezas.
     Segunda el adulto debe evitar regaños, y es preferible y aconsejable que establezca preguntas que le permitan reflexionar al adolescente sobre lo que está pensando o sobre lo que tiene que decidir. Preguntas que le permitan reunir datos, también que les lleven a analizar las opciones que tienen, que les den la posibilidad de prever las consecuencias de tal o cual opción, es importante agregar preguntas que le permitan revisar sus emociones frente a la decisión y sobre todo preguntas que les lleven a revisar quién o quiénes se verían afectados con esas consecuencias.
     Tercero, dejarlo decidir, es la única forma de aprender a hacerlo. Si la consecuencia es acertada, sentarse a revisarla con él o ella y sino sentarse a dialogar sobre lo que no estuvo bien y sobre lo que sigue en la vida, es decir las decisiones que ahora deben tomarse en función de lo que no estuvo bien. Junto a todo esto los adultos debemos enseñar a los adolescentes algo muy importante, y eso es que nunca tenemos la certeza que lo que estamos decidiendo es lo correcto hasta que vemos la consecuencia, pero que cuando nos tomamos tiempo para reflexionar y deliberar sobre nuestras decisiones es más posible que decidamos bien.
     Esto último es, desde mi punto de vista, el drama de la vida, drama con el que tenemos que aprender a vivir, pues no hay recetas que nos permitan tomar buenas decisiones y nunca sabemos si lo que hemos decidido es lo correcto, sino hasta que viene la consecuencia, pero también debemos aprender que nunca debemos quedarnos paralizados frente a las decisiones, porque no decidir también es decidir y muchas veces cuando no decidimos estamos dejando que otros decidan por nosotros.
La autora es profesora de la Universidad Iberoamericana Puebla.
Este texto se encuentra en: http://circulodeescritores.blogspot.com
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