lunes, febrero 17, 2014

Desigualdad: reto del siglo

Autor: Alexis Vera Sánchez,datos del autor haz click aquí
Publicado: e-consulta, 21 de enero de 2014

     México es lamentablemente uno de los países más desiguales del mundo y me parece que gran parte de nuestra sociedad no está del todo consciente de esta terrible realidad. Vivimos como en un sueño extraño, sueño ajeno, donde caminamos quién sabe con qué fuerzas a quién sabe dónde. Los mexicanos de clase media para arriba por lo general atribuyen la visible desigualdad económica a factores de índole personal como lo son las capacidades individuales de los sujetos. Dicen que los que no tienen dinero están así porque no le echan ganas o porque no han sabido moverse, porque no han negociado correctamente o porque no estudiaron, etc. Pero nunca dan explicaciones estructurales; nunca hablan de lo difícil que es salir de pobre en un capitalismo como el que se vive en nuestro país. En un sistema libre como el que presuntamente tenemos, las capacidades personales hacen diferencia, creo que no hay duda al respecto, sin embargo, si dejamos todo en libertad, las diferencias pueden ser tan grandes que la sociedad se vuelve disfuncional.
     Los que se encuentran en la parte media y alta de la pirámide social se sienten más o menos cómodos con la desigualdad. Los que viven en la pobreza (más de la mitad de todos los mexicanos), no. Quien no vea esto como caldo de cultivo de violencia, entonces quizás deba repetir sus cursos de historia. La movilidad social en México es muy baja comparada con la de las naciones más prósperas y esto trae muchos riesgos para la nación. Para que el hijo de un pobre deje de vivir -ya adulto- en la miseria, tiene que ocurrir casi un milagro porque el sistema económico prevaleciente promueve todo menos una equitativa distribución de la riqueza. Basta echarle un ojo al salario mínimo, ¿qué persona puede vivir humanamente con 67.29 pesos diarios en una economía donde una hamburguesa Big Mac vale entre 37 y 40 pesos? A pesar de lo evidentemente injusto de esta realidad, la cúpula gobernante en los sectores público y privado parece no tener interés por mejorar dicha situación pues apenas este año la Comisión Nacional de los Salarios Mínimos acordó aumentar un glorioso 3.9 % a dicho salario en 2014, cuando la inflación en 2013 se estimó en 3.97 % según el Banco de México. Es decir, el aumento ni siquiera será suficiente para que el salario mantenga su poder adquisitivo. Con el paso de los años, esta erosión salarial se acumula, agravando a niveles de ridiculez la ya precaria situación de los que menos tienen. Pero debería ser al revés si queremos que los pobres salgan de la pobreza. Es decir, el incremento al salario mínimo debería superar la inflación -poco a poco- y de manera constante para que algún día la clase trabajadora en verdad pueda vivir mejor. Si la gente gana más, entonces gasta más; y si más gente gasta más, entonces todos ganan; una especie de navidad durante todo el año. No hay ciencia oculta, los países más avanzados tienen mucho mejores salarios y mucho menos problemas sociales que nosotros.
      Es claro que mejores sueldos no solucionarán la compleja problemática nacional, pero sí abonarán directamente a la sanación social que tanto requiere México. Por otra parte, un aspecto que me parece crucial para componer el desastre de la economía mexicana es mejorar el modelo capitalista que hemos importado chafamente de Estados Unidos. En ese país, el modelo ya mostró su gran capacidad para aumentar la desigualdad. Sólo en 2012, el 1 % más rico concentró más de la mitad de todos los ingresos del país. Es decir, el capitalismo a la americana es simplemente un gran creador de desigualdad. Pero nosotros tenemos una especie de copia pirata de ese modelo; aquí, el mismo modelo se ve y se vive peor que allá porque, además, somos un país con gran herencia y tradición de inequidad y corrupción.
     La mexicana es una sociedad de alta distancia jerárquica, es decir, una sociedad que acepta la desigual distribución del poder. En México, ver que el jefe llegue en un coche de lujo cuando el resto de los empleados no tiene ni para pagar con holgura el precario transporte público que hay, es aceptado porque se nos enseñó que los jefes deben vivir mucho mejor que los demás. La distancia salarial promedio (diferencia entre quien más gana y quien menos en una misma organización) en nuestro país es de 80 a 1 aproximadamente, cuando en los países de menor distancia jerárquica, como Noruega, es de 7 a 1 en promedio. En dichos países la gente acepta poco la desigualdad, por eso tiene una nación menos desigual.
El autor es profesor de la Universidad Iberoamericana Puebla.


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