miércoles, junio 04, 2014

Simulación

Autor: Alexis Vera datos del autor haz click aquí
Publicado: Síntesis Puebla, 20 de mayo de 2014

     En México la educación es franca y lamentablemente una farsa: los profesores hacen como que enseñan y los alumnos como que aprenden en un juego de complicidades donde nadie hace un gran esfuerzo y todos se "tapan", se encubren, en un pacto de mediocridad que perpetúa la lenta salida del subdesarrollo a una nación que llora porque las cosas sean diferentes.Los maestros de cualquier nivel, desde preescolar hasta educación superior, en escuelas públicas o privadas, apenas invierten tiempo para preparar sus clases o revisar los trabajos de sus alumnos; hacen como que preparan y como que revisan porque en la práctica no realizan, por ejemplo, investigación seria (no digamos de vanguardia), ni tienen generalmente las cualificaciones, tiempo, energía o valor para retroalimentar constructivamente a un alumno.Pero no es extraño que se viva así en un país donde cualquier persona puede ser profesor y, en muchos casos, donde es docente quien no encontró otro empleo; donde los maestros apenas ganan lo suficiente para subsanar lo básico de la existencia (aunque sus compañeros aviadores y fantasmas ganen hasta 20 veces más sin pisar el aula).Quienes hoy somos profesores en México no fuimos suficientemente exigidos como alumnos y, por tanto, tampoco exigimos a los nuestros. El estudiante de cualquier nivel lo sabe, por eso regularmente realiza trabajos y tareas francamente pobres que casi siempre son generosamente calificadas con ocho, nueve o diez; el que de plano está perdido saca menos que eso pero su profesor se expone al reclamo de todos, incluidos padres de familia y administradores escolares. Los alumnos mexicanos se auto exigen poco (perpetuando la cultura del "ahí se va") porque saben que con cualquier cosa sacan buena nota y que su poder de negociación, frente a una debilitada figura docente, es grande.Tenemos uno de los peores sistemas educativos del mundo y eso no cambiará mientras los profesores no exijan más a sus alumnos y los retroalimenten con franqueza y amor, sin regalar calificaciones.El autor es profesor de la Universidad Iberoamericana Puebla.

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