martes, septiembre 09, 2014

Cien años: para pensar (después de la primera guerra mundial)

Autor: José Rafael de Regil Vélez, si quieres conocer más datos del autor, haz click aquí.
Publicado en Síntesis Tlaxcala, el 30 de julio de 2014, en la columna Palabras que humanizan

Tras un mes de enorme tensión, precedido por el estira y afloja de muchos intereses multinacionales que tenían a Europa como depósito de pólvora en espera de una chispa, el 28 de julio de 1914 estalló la Primera Guerra Mundial, el primer conflicto bélico de proporciones inimaginadas, del cual obtuvo su nombre, aun cuando también es conocido como la Gran Guerra.
     Con los 70 millones de hombres movilizados por los más diversos rincones europeos apareció como no había sido vista la tecnología, hija de la explosión científica del siglo XIX: misiles, bombas, metralletas, aviación militar, telecomunicaciones; todo como parte de un engranaje que en la maravilla subyacente a cada invento sembró muerte, dolor y destrucción, con un saldo de 10 millones de fallecidos y 20 millones de heridos, más infraestructura deshecha en todos los países involucrados, estados devastados y convulsión en todos los órdenes de la vida europea.
     Un siglo después, en medio de los conflictos en la Franja de Gaza, Ucrania y en países africanos, podemos mirar hacia atrás y obtener lecciones para vivir el presente y anhelar un futuro pacífico, justo, digno.
      Creo que una de las primeras cosas que debemos ver es que el binomio ciencia - tecnología puede llevar a las personas a lugares impresionantes, lo mismo de muerte que de vida. Hemos atestiguado eso a lo largo del siglo XX y lo que va del XXI. Su conducción está en las manos de seres humanos de carne y hueso,  que pueden crear con ellas maravillas o desastres. El asunto es que tomar las riendas requiere formación científica, tecnológica, ética y política, pero nuestro mundo en este renglón está más bien en números rojos, lo que resulta en que unos pocos deciden en realidad el uso del saber y del saber hacer que suponen las dos creaciones humanas a las que nos referimos. Si queremos paz y menos muerte como la de las guerras mundiales no podemos dejar de empujar porque haya educación de calidad: de los conocimientos, sí, pero también de las actitudes.
      Otra reflexión que podemos realizar en este centenario es la de la relación de la ciudadanía con sus gobiernos. En 1914, como después en 1939, los gobernantes de los países en conflicto decidieron las guerras y sus ciudadanos tuvieron que ir a entregar la vida, la salud y sus casas, pueblos y ciudades, más como piezas de maquinaria bélica que como personas libres. Los ciudadanos son dueños de los gobiernos y no al revés. 
     Asumir protagonismo político es una tarea que hoy debemos afrontar y desde allí pugnar por la paz, la justicia, la vida digna que sí es posible lograr con empeño, inteligencia y creación de políticas públicas que apuesten a la vida solidaria. Una vez más eso comienza en el duplo familia - escuela y se proyecta a la vida pública que es nuestra vocación humana más profunda.
     Una sensata vida pública, política, lleva invariablemente al conflicto, que en última instancia es el motor en el avance en la búsqueda y consecución del bien común, en la medida que es reconocido, asumido, gestionado de manera dialogante, plural, incluyente, razonablemente esperanzada. La indiferencia y la imposición violenta no son viables, ya no,  para zanjar los desacuerdos y edificar concordia.

     Hoy, cien años después del inicio de la Gran Guerra, estamos renovadamente invitados a militar en la causa de la paz, de la ciencia y la tecnología al servicio de la humanidad digna, de la participación ciudadana que impida la existencia de gobiernos violentos, que busque el bien común mediando el conflicto. Por allí va la apuesta, por ninguna otra parte y requiere de nosotros madurez y responsabilidad histórica. 

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